Las imágenes más características sobre el Antiguo Egipto, para el común de la
gente, son las grandes manadas de esclavos cargando bloques gigantescos para la
Gran Pirámide, o el esplendor de la corte de Ramsés II, o el riquísimo ajuar de
la Tumba
de Tutankamón. Sin embargo, la historia egipcia desde sus orígenes
neolíticos hasta la época romana cubre casi cuatro mil años, y está repleta de
numerosos episodios e incidentes mucho menos conocidos. Uno de ellos, es el
dominio de tres cuartos de siglo, en que los egipcios perdieron su independencia
frente a los nubios del sur, los llamados Faraones Negros de
Africa.
Durante milenios, Nubia (lo que actualmente es la República de
Sudán) fue el patio trasero de Egipto: mientras en las regiones cercanas a la
Desembocadura del Nilo florecía una civilización capaz de construir enormes
templos y pirámides, los nubios, más relacionados con el Africa tropical,
oficiaban de aprendices de la civilización, además de puerto de comercio para
los bienes y manufacturas egipcios. Pero los nubios aprendieron, y lo hicieron
bien. Después de la muerte del Faraón Ramsés III (hacia 1155 a.C.), los egipcios
entraron en una imparable decadencia, mientras que los nubios empezaron a
fortalecerse.
Finalmente, hacia el año 730 a.C., un tal Tefnakht, rey del
Delta, atacó a Tebas. Puestos entre la espada y la pared, los tebanos
prefirieron la pared y pidieron ayuda al rey nubio Piankhi. Este no perdió
tiempo en escuchar el llamado de sus nuevos "protegidos", y envió a sus tropas
Río Nilo arriba (literalmente: en barcazas), les ordenó purificarse en las aguas
del Río Nilo antes de cualquier combate, por propósitos rituales, y rindió
tributo a Amón, el dios de Karnak (el templo edificado por Ramsés II), dando así
una señal de considerarse como legítimo Faraón elegido por los propios dioses
para enseñorearse sobre Egipto (cuatro siglos después, a Alejandro Magno esto le
seguirá pareciendo una magnífica idea, y repetirá el hacerse consagrar por los
Faraones de Amón).
Las tropas de Piye o Piankhi (según la
transliteración) barrieron a todos los señores militares de Egipto. Tefnakht,
para salvar el pellejo, envió el siguiente mensaje a Piankhi: "¡Sé
misericordioso!, que soy incapaz de ver tu rostro en los días de deshonra; no
puedo erguirme ante tu fulgor, porque temo tu grandeza". Después de saquear
Egipto a discreción, acción en la que los propios egipcios consintieron, felices
de librar al menos la vida, Piankhi se tornó a Nubia y nunca más se dignó
regresar a Egipto. La campaña militar había tomado apenas un año. Tefnakht
consiguió rearmarse, pero su poder permaneció encajonado en el Delta, ya que
Tebas pertenecía ahora indiscutiblemente al área de influencia geopolítica de
Nubia.
Al fallecer, hacia el año 715 a.C., Piankhi fue enterrado en una
pirámide construida en la mismísima Nubia, cuando ya dicho estilo de
enterramiento llevaba dos milenios pasado de moda en el propio Egipto. Era la
manera de Piankhi de honrarse a sí mismo, aún post mortem, como verdadero señor
de Egipto, por más que en realidad no fuera más que un afuerino intruso. Sus
sucesores Shabaka, Shebitku, Taharqa y Tantamani, sí que prestarían mayor
atención a Egipto, y convertirían la expedición puntual de Piankhi en una
ocupación en toda regla: la Dinastía XXV, que gobernó a Egipto durante cerca de
tres cuartos de siglo. Finalmente, en el año 671 a.C., serían ignominiosamente
derrotados y enviados de regreso a Nubia, pero no por un levantamiento
nacionalista egipcio. Los sufridos egipcios pasaron del relativamente suave
dominio nubio, al temible dominio asirio. Este, no lo soportaron demasiado, y a
su tiempo, se encargaron de expulsar a patadas a los asirios de su territorio.
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