viernes, 24 de febrero de 2012

Apuntes de divulgacion cientifica

Por sí solos, estos dos textos muestran la importancia que las estrellas tenían en el antiguo Egipto. Mesjetiu era el nombre por el que se conocía el asterismo de El Carro, en la constelación de la Osa Mayor. Se representaba por una pierna de toro o por la azada empleada en la ceremonia de la "apertura de la boca".
En los tres milenios anteriores a nuestra era, los egipcios desarrollaron en torno al río Nilo una cultura muy elaborada. Milenios antes que los griegos, cartografiaron completamente el firmamento llenándolo de imágenes de dioses y animales. La observación del cielo les llevó a elaborar un calendario muy útil para medir el tiempo y a orientar sus estructuras sagradas en un marco espaciotemporal adecuado. El estudio de los abundantes restos arqueológicos y de las fuentes escritas, como las transcritas arriba, permite averiguar su saber.
La primera cita pertenece al corpus de textos religiosos más antiguo de la humanidad: los Textos de las Pirámides. Se llaman así por haber sido encontrados en las cámaras funerarias de numerosas pirámides de finales del Reino Antiguo, a partir del reinado de Unas (Ha. 2300 a.C.).
El texto refleja el deseo del rey difunto por viajar a las estrellas y convertirse en un ente estelar junto a las llamadas "estrellas imperecederas": las circumpolares, visibles cada noche. Dicha aspiración se remonta, como mínimo, a principios del reino Antiguo, como hemos podido constatar en nuestros trabajos en la pirámide escalonada de Zoser (ha. 2650 a.C.), en Saqqara. Sin embargo, posiblemente refleje tradiciones mucho más antiguas del periodo proto e incluso predinástico (ha. 3100 a.C.).
La segunda cita evidencia un uso más práctico de las estrellas: la orientación de un templo en el Periodo Ptolemaico (siglo III a.C.) en la dirección en que el asterismo de El Carro era visible en el horizonte septentrional. Se conseguía gracias a la ceremonia del "tensado de la cuerda": el rey, en compañía de la diosa del cómputo y de la escritura Seshat, determinaba el eje y el perímetro de un templo mediante ciertas observaciones, presumiblemente de carácter astronómico por lo que refieren algunos textos de esa época.
La observación de las estrellas y de otros fenómenos astronómicos para la orientación de los edificios sagrados fue un fenómeno frecuente desde los albores de la civilización egipcia, lo mismo que la ceremonia del tensado. En particular, Mesjetiu pudo ser siempre el referente para establecer orientaciones meridianas. Éstas alcanzarían su máxima precisión durante la IV Dinastía, en torno al año 2550 a.C., con la erección de las grandes pirámides en la Meseta de Guiza. Dichas pirámides estarían orientadas hacia el tránsito simultáneo por el meridiano de Phecda y Megrez, dos de las estrellas de Mesjetiu.
Como se ha dicho, el cielo también fue útil para la medición del tiempo, tanto nocturno como del ciclo anual. Desde finales del reino Antiguo, algunas estrellas individuales y constelaciones formaron parte de sofisticados dispositivos astronómicos para determinar las horas durante la noche. Las estrellas decanales fueron utilizadas, a partir del Reino Medio, para los relojes diagonales y de tránsito; mientras que otros grupos estelares se usaron durante el Reino Nuevo para los relojes Ramesidas, desarrollados cuando finalizó la utilidad de los anteriores. Una estrella brillaba de forma excepcional en todos estos dispositivos: Sopdet, nuestra Sirio, la estrella más brillante del firmamento del Egipto antiguo.
Los antiguos egipcios también desarrollaron a través de observaciones astronómicas el calendario "más inteligente" de la antigüedad. O al menos con dicho adjetivo lo calificó Otto Neugebauer, uno de los grandes historiadores de la ciencia del siglo XX.
El calendario civil, de 365 días, estaba dividido en tres estaciones de cuatro meses de 30 días, más un periodo adicional de 5 días, que eran llamados "los cinco sobre el año". Su origen se remonta al periodo predinástico, cuando sus habitantes se regían por un calendario lunar irregular basado en el ritmo anual del Nilo, por lo que estaba dividido en tres estaciones: Inundación (Akhet), Resurgimiento (Peret) y Sequía (Shemu). Funcionaba localmente.
En algún momento del periodo protodinástico (h. 2760 a.C.), las necesidades administrativas de un estado unificado habrían requerido la adopción del nuevo calendario civil, posiblemente de origen solar. Su duración habría sido establecida por observaciones solsticiales, quizás del paso del Sol sobre el cenit en Elefantina.
Este genial descubrimiento sólo tenía un problema: una duración casi un cuarto de día más corta que la del año trópico. Debido a esto, el calendario se desplazaba sobre el tapiz de referencia de las estaciones climáticas dando una vuelta completa en algo más de quince siglos. Para subsanar este "defecto", los egipcios observaron el orto heliaco de Sopdet como mínimo desde el Reino Medio (ha. 2000 a.C.). Sopdet actuaba como heraldo de la crecida real del río, por lo que la estrella se convirtió en una de los referentes más importantes de la civilización egipcia. Ello demuestra la importancia desempeñada por la observación del firmamento en el Antiguo Egipto.

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