miércoles, 8 de febrero de 2012

Arte i ciencia de la moificacion

Dentro de la historia de las civilizaciones humanas destaca una en particular, debido a que representa una de las organizaciones sociales más estructuradas y sólidas dentro de la vida antigua del ser humano: Egipto.
Siempre destacada como una civilización enigmática y de gran interés para ser investigada, la cultura egipcia ha brindado a la humanidad el deleite de conocer la grandeza que los pueblos del pasado pudieron llegar a obtener; es decir, que no sólo es exclusivo del hombre moderno el hecho de que se pueda hablar de desarrollo y hasta de tecnología, puesto que muchos de los avances que obtuvo este pueblo pueden describirse como increíbles para el tiempo y las circunstancias por las cuales tuvieron que pasar.
Si esto no es así cómo explicar el hecho de que hayan podido construir edificios tan enormes como lo son las pirámides, cuando su fuerza de trabajo residía únicamente en la fuerza humana, las máquinas sólo podían encontrarse en los planos inclinados y poleas que usaban al transportar las piedras que podían ir de media tonelada a una y media, por decir sólo un ejemplo.
Es por esta razón que creo conveniente retomar las obras egipcias para lograr esclarecer esa duda que agobia a muchos sobre si existió en realidad algo parecido a lo que hoy conocemos como ciencia, pues creemos ingenuamente que hablar de ciencia es hablar tan sólo de equipos motorizados o que contienen inteligencia artificial.
Egipto se ha caracterizado por ser una de las culturas antiguas más estudiadas por profesionales, ya sean arqueólogos, historiadores o hasta los que definitivamente se han denominado egiptólogos, así como curiosos amateurs que han sido conquistados por la fascinación que produce leer algo de su historia o, en definitiva, por haber visitado directamente los vestigios de esta civilización.
Así pues, la mayor parte de los estudiosos del tema se han enfocado a analizar el proceso histórico del antiguo pueblo egipcio (historiadores), sus vestigios arquitectónicos y funerarios (arqueólogos) y su religión y mística (egiptólogos), así como los no profesionales han tratado de ver, incluso, en los vestigios egipcios "evidentes pruebas" de presencia extraterrestre. Por esta razón, creo necesario retomar una parte del estudio que se enfoca en buscar si hubo ciencia en el antiguo Egipto y así lograr desprendernos en lo posible de la idea de que esta cultura fue grande sólo por la majestuosidad de su arquitectura o por su abundante religión.
Para lograr encontrar esta ciencia en el antiguo Egipto me dispuse hacer el estudio de la momificación de cadáveres humanos, claro está, apoyándonos en sus ideas religiosas, las cuales eran el motor que impulsaba tales procesos funerarios. De esta manera, hay que hacer patentes las técnicas que permitieron la conservación de los cuerpos humanos por tantos años y cómo fue entonces que ellos adquirieron tales conocimientos.

EL ARTE Y CIENCIA DE LA MOMIFICACIÓN EN EL ANTIGUO EGIPTO

Al remontarnos en el tiempo para encontrar a los primeros hombres que comenzaron a poblar lo que después se llamaría civilización egipcia encontramos que ya desde la época neolítica, hace unos l0 mil años a. C., ya vivían en el territorio que hasta hoy comprende el noreste de África, en Oriente Próximo, y que limita al norte con el mar Mediterráneo, dos pueblos muy distintos y de diverso origen: uno de raza negra, provenía del centro de África; el otro, de raza mediterránea, había llegado desde Asia Central. Fue así como se formaron dos grupos de civilizaciones: el primero se detuvo en el norte del territorio, en la región del Delta, fundando la primera aglomeración urbana, Merimda; el segundo se estableció en el sur y tuvo un lugar llamado Tasa como capital del distrito.
El pueblo egipcio, para este entonces, ya estaba dividido en dos grupos desde aquella lejana época y habría quedado un rastro de ello en la división del territorio en Nomos (así llamados por los griegos) de los que había veintidós en el Alto Egipto y veinte en el Bajo. Se llamó, asimismo, a esta etapa "el tiempo del Dios", en la cual el rey Osiris ocupaba el trono de Egipto. Según la leyenda, fue el mismo Osiris quien realizó la primera unificación de los dos grupos étnicos; pero ésta fue de corta duración, pues hay que llegar aproximadamente a 3.200 a. de J.C. para hablar de historia egipcia, no así de su religión.
La vida para un egipcio estaba totalmente regida, como pasaba en muchas culturas antiguas como la sumeria o babilonia, por la religión, ya que como se sabe ésta significa el principio de la vida que está materializada (o mejor dicho abstraída) en un dios primigenio que dio origen a los hombres y a otros dioses que se encargan de controlar distintas facetas de la naturaleza.
En este sentido, para los egipcios, los dioses eran personalidades superiores, que poseían poderes sobrenaturales y que, por supuesto, ningún hombre podía igualarlos. A algunos de ellos se les atribuía funciones determinadas, y a otros se les daba un carácter más general.
Hoy en día, y por todo el conocimiento nuevo aportado por la arqueología, los especialistas sostienen que el desarrollo que produjo la civilización egipcia fue un fenómeno básicamente interno, llevado a cabo por una población muy mezclada debido a las inmigraciones de varios lugares de África que convergieron en Egipto. Así, pues, su panteón está poblado de una gran variedad de dioses, de los cuales sobresalen Ra, Osiris, Isis, Anubis, Set y Horus. Para este planteamiento hay que tomar como referencia a cuatro de los dioses mencionados anteriormente, ya que la leyenda que engloba a la momificación hace referencia que siendo Osiris y Set enemigos acérrimos siempre se disputaban la supremacía, hasta que Set en un acto violento mata y descuartiza a Osiris regando sus restos en los cuatro puntos cardinales del mundo. Debido a esto Isis, la mujer de Osiris, se encarga de buscar sus restos y armar, si así puede decírsele, a Osiris para que ella pudiera procrear y para que su esposo pudiera lograr el descanso en el Valle de los Muertos. Así lo hizo y pudo procrear.

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