jueves, 9 de febrero de 2012

La cirugia en el antiguo Egipto

Entre las ciencias cultivadas en el antiguo Egipto la medicina ocupaba un lugar distinguido. Lo señalan los escritores y filósofos griegos desde Homero, es decir, desde el siglo viii a.C. En el canto cuarto de la Odisea leemos: "Allí todos son médicos y superan en experiencia a los de cualquier otro lugar". Los griegos llegan a equiparar a Imhotep, un mortal egipcio, con su propio dios de la medicina, Asclepios o Esculapio. Imhotep, que vivió en torno al año 2600 a.C., fue consejero, arquitecto y astrólogo del faraón Yoser, que mandó construir la pirámide escalonada de Sakkara. Dos mil años después de su muerte, a Imhotep se le seguía rindiendo en su país culto religioso; los enfermos acudían en peregrinación a los templos levantados en su honor en Menfis y en la isla de Filae. No debe sorprendernos, pues, que en la antigüedad nobles del Asia Menor y de la cuenca mediterránea viajaran al Nilo en busca de consejo médico, ni que los médicos egipcios ejercieran en las cortes de soberanos extranjeros.
Hay documentos escritos que nos hablan de su labor. En diversos papiros figuran informes detallados de cómo trataban las enfermedades. Sin embargo, apenas se incluyen técnicas quirúrgicas. Tampoco nos han llegado testimonios contemporáneos sobre el particular. En palabras del historiador griego Herodoto (c. 490-425 a.C.), "cada médico trata únicamente una enfermedad... hay médicos de los ojos, de los oídos, de los dientes, del estómago y médicos para determinadas enfermedades internas". Pero en su elenco de especialistas no aparece ningún cirujano. La información proporcionada por las pocas referencias escritas y gráficas se ha de completar con los estudios paleopatológicos en momias. Arqueólogos y patólogos empezaron ya con esta tarea hacia finales del siglo xix. En las postrimerías del decenio de los años veinte del siglo pasado se elevaba ya a 30.000 el número de momias o restos de momias investigados, sin que se encontrara ni una sola cicatriz quirúrgica. Estudios posteriores de este tipo no aportaron ninguna novedad tal y como advirtió James T. Rowling en 1989. Ante esa situación, no debe extrañarnos que los arqueólogos dudaran de que se hubiesen acometido intervenciones quirúrgicas de cierta complejidad.

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