lunes, 27 de febrero de 2012

La escuelas de sabiduria en el Antiguo Egipto

Desde su redescubrimiento en el siglo pasado, gracias a la campaña de Napoleón, Egipto ha ejercido una poderosa fascinación sobre las mentes occidentales. Sin embargo, esto no es nuevo, ya en la Antigüedad los filósofos griegos y latinos peregrinaban a la tierra del Nilo en busca de su ciencia y sus misterios. Los más grandes sabios del mundo clásico bebieron su ciencia en las Escuelas de Sabiduría del antiguo Egipto, y muchos de ellos fueron iniciados a los más recónditos misterios de la Magia en sus templos y escuelas iniciáticas, pero como muy bien señala el egiptólogo François Daumas:
«No se trata de la magia en el sentido peyorativo que le concebimos hoy en día, sino que designa el conjunto de fuerzas necesarias para proteger la vida y acrecentarla»[1].
Dicha Magia o «Magna Ciencia», que ellos supieron representar magistralmente bajo el símbolo de la Diosa Isis, constituía para los antiguos egipcios la «Ciencia divina del Ser» o «Sabiduría espiritual» que atesoraba el arcano conocimiento de aquellos principios y leyes fundamentales que rigen la Vida en todas sus formas y manifestaciones, la «Sabiduría de las Esencias» que llamaría más tarde el filósofo Platón en sus Diálogos. A este respecto, el mismo Plutarco[2], que fue iniciado a los Misterios de Isis en Egipto, nos dice:
«El nombre mismo que recibe el templo de la Diosa da clara indicación de que es amparo del conocimiento y de la Ciencia del Ser que es. Este templo lleva el nombre de 'Iseión', es decir, la casa donde podemos adquirir la Ciencia del Ser, si pasamos piadosamente y con devoción los portales de los santuarios consagrados a Isis» (Plutarco).
A parte de Plutarco, sabemos que Solón, que estaba considerado como uno de los siete sabios de Grecia, fue instruido en la escuela de Sabiduría de Sais; Pitágoras y muy posiblemente Platón, en la de Heliópolis; el astrónomo y matemático Eudoxio de Cnidos, que fue el introductor de la astrología en Grecia, fue iniciado a dicha ciencia sagrada en la escuela de Memfis, y además de ellos también sabemos que Tales, Anaxágoras, Hiparco, Eratóstenes, Amonio Saccas, Plotino, Hipatia, Teón de Alejandría, Porfirio, Jámblico, Diodoro de Sicilia, Hecateo de Mileto, Hesíodo, Estrabón, Píndaro y Apolonio de Tiana, entre muchos otros, bebieron de las inagotables fuentes de la Sabiduría del Nilo.
La instrucción de esta Ciencia sagrada tenía lugar en las Casas de la Vida, llamadas «Per-Anj» en el antiguo Egipto, instituciones sagradas cuyo prestigioso origen se remonta hasta la época protodinástica. Entre los diversos testimonios arqueológicos que lo confirman se halla una vasija de piedra perteneciente al ajuar funerario del tercer rey de la I Dinastía, en la que aparece ya inscrito con claridad el nombre de «La Casa de la Sede de la Vida». Pero además son muchas las evidencias que constatan la existencia de estos centros de Iniciación y enseñanza desde los mismos orígenes de la historia egipcia.
Las Casas de la Vida, como muy bien explica Elisa Castel, eran verdaderos centros del saber, algo similar a lo que hoy entendemos por universidad. Por otro lado, tal y como hemos podido comprobar a través de autores como Plutarco
«No sólo los documentos egipcios nos informan de la existencia de estos centros, sino que estas instituciones de renombre universal en el mundo antiguo, fueron recogidas a través de viajeros grecorromanos, que las mencionaron como focos de conocimiento por excelencia, donde se encontraban los hombres más sabios, ávidos por cultivarse, y más religiosos del país»[3].
Su acceso, como en todo colegio iniciático del mundo antiguo, era evidentemente restringido y selectivo. Reservado tan sólo a aquellos amantes de la Sabiduría, ávidos de aprender, que estaban dispuestos a comprometerse solemnemente con la hermandad de Iniciados, jurando emplear su ciencia exclusivamente para el bien común, es decir, al servicio de Maat, y a no utilizarla jamás en beneficio propio, como bien refleja el solemne Juramento Hipocrático, que hasta hace poco realizaban obligatoriamente todos los médicos y cuyo origen podemos remontarlo hasta el antiguo Egipto, que fue cuna de la medicina griega.
Las Casas de la Vida más importantes fueron las de Heliópolis, Sais, Memfis, Hermópolis, junto con las de Abydos y Tebas en el Imperio Nuevo. Estos colegios iniciáticos constituían verdaderos templos de la Sabiduría, pues en el pensamiento egipcio no existe una separación entre «lo científico» y «lo religioso», de tal forma que ciencia, teología y filosofía se unifican en una misma Ciencia espiritual o Sabiduría cuya finalidad no sólo era estudiar y comprender el Universo, sino que dichos conocimientos sirviesen al hombre para vivir en armonía con las leyes naturales, orientando su vida en este mundo de acuerdo con el orden cósmico de la existencia, al que ellos llamaban Maat.
En este sentido, estamos totalmente de acuerdo con el egiptólogo Barry J. Kemp, cuando afirma que «Los antiguos egipcios se interesaron enormemente por el concepto de un universo entendido como el equilibrio entre dos fuerzas contrarias: la una encaminada al orden y la otra al desorden». Y es precisamente por eso que «Para los egipcios, la sociedad ideal en la tierra era el reflejo fundamental de un orden divino»[4].
La idea de un orden universal subyacente, que prevaleciendo sobre las fuerzas del caos, hace posible la manifestación y renovación de la vida en todos los ámbitos de la Naturaleza, está magistralmente expresada en el pensamiento egipcio a través de Maat, que es a la vez una diosa, un símbolo y un concepto, pues como muy bien señala Hornung[5]al hablar de «la multiplicidad de enfoques» propia de la mentalidad egipcia, el pensamiento simbólico es capaz de abarcar varios significados en un mismo símbolo o concepto, significados que no sólo no se contradicen, sino que son perfectamente complementarios. En suma podríamos definir a Maat como el Orden natural que dimana de las leyes cósmicas, pero en verdad Maat es mucho más que todo eso, Maat es la causa eficiente de toda ley, de todo orden, de toda belleza, proporción y armonía en el universo. Una armonía que no viene impuesta desde afuera, sino que es intrínseca a la esencia íntima de todos los seres existentes. Es por ello que para los antiguos egipcios, Maat era la condición óptima que podían alcanzar todos los seres, la realización definitiva de la propia Naturaleza y del propio destino, pues «cumplir el Maat» significa hallarse en armonía con uno mismo y con el Universo. Una Armonía Cósmica que ellos anhelaban ver reflejada asimismo en la sociedad egipcia y en la vida del individuo, por eso Maat era también la «Regla de conducta» a seguir por el hombre. Esto nos permite comprender de una forma mucho más clara el pensamiento egipcio y su alto concepto de «Sabiduría espiritual» si tenemos en cuenta, como muy bien ha explicado H. Frankfort que «Al contemplar el Universo no como materia muerta sino como materia plena de vida, la propia existencia del hombre confiere significado a los fenómenos cósmicos y adquiere a su vez una nueva dimensión, posibilitando así una correspondencia entre la vida humana y la Vida natural como fuente inagotable de fuerza. La vida del hombre, tanto la individual como la social, estaba integrada en la vida de la Naturaleza y la experiencia de esta armonía fue interpretada como el mayor bien al que el hombre puede aspirar»[

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