lunes, 11 de junio de 2012

El faraon Egipcio

El sacerdote egipcio Manetón, que vivió en la época de los primeros reyes Ptolomeos hacia el año 300 a. C. recibió la orden real de redactar una historia de Egipto. Y, dado que actualmente se conocen los nombres de más de trescientos monarcas, es lógico que Manetón los agrupase en linajes o dinastías, denominación que los historiadores siguen utilizando como válida. Aunque es una gran desgracia para la historiografía que la obra de Manetón se haya perdido, afortunadamente quedan algunos fragmentos comentados por autores muy posteriores a él, que nos han permitido delimitar las treinta dinastías en las que Manetón dividió la historia de su longevo país. Desde Menes, 3100 a. C., hasta el año 2600 a. C., la monarquía pasó por momentos de debilidad y seguía siendo cuestionada por la nobleza local. Así, no es de extrañar que en la dinastía II los reyes perdieran notablemente el poder y tuvieran que hacer frente a peligrosas revueltas que pusieron en peligro la estabilidad del país. Sería sólo de 2600 a 2200 a. C. cuando se consolida la institución y los reyes pasan a ser monarcas absolutos con derecho divino. Es la época dorada de la monarquía egipcia, conocida como Imperio Antiguo, aunque en realidad la denominación de imperio solo le quepa al imperio nuevo o a lo sumo al Imperio Medio, que acabaría de forma trágica ante la debilidad de los últimos reyes de la dinastía VI, momento en el que una vez más la nobleza y los gobernadores de los nomos tomaron el poder surgiendo principados independientes. Heródoto comenta: «después de la muerte de Nitocris, el país se hunde en un estado de inestabilidad, confusión y caos», iniciándose el denominado primer periodo intermedio de Egipto.
La situación tardaría más de un siglo y medio en restablecerse, y pese a que nuevamente una dinastía de reyes fuertes asumiría el control absoluto del país, la dinastía XII, siguió existiendo el peligro constante de un golpe de Estado. Tanto es así que se sabe de, al menos, un monarca asesinado, Amenemhat I, por unos ambiciosos nobles. La ligera estabilidad del llamado Imperio Medio estallaría de forma similar a la del Imperio Antiguo, por la debilidad de los monarcas y el creciente poder de las clases dirigentes locales, a las que se añadiría la llegada a Egipto de pueblos cananeos, algunos de ellos violentos. La siguiente etapa de calma y prosperidad no llegaría hasta el 1500 a. C., con el Imperio Nuevo, momento en el cual llegaron al poder los faraones mejor conocidos, que impulsaron la creación de un enorme imperio colonial en la Siria-Palestina (Canaán) y Kush (Nubia), entrando en contacto con los otros pueblos del Oriente Próximo. Sin embargo, también estos reyes estuvieron acosados por un peligro que hacía tambalear sus tronos, que en este caso fue el de los sacerdotes de Amón, que habían adquirido mucho poder. El traslado de la capitalidad al Delta acabaría por convertir al Sumo sacerdote de Amón en rey independiente y daría al traste con la monarquía egipcia.

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