viernes, 8 de junio de 2012

El tarot del amor

Desde hace cerca de 2 milenios, los hombres de ciencia se han dedicado a la búsqueda de los santuarios donde fueron enterrados los hombres más famosos del antiguo Egipto, los faraones. Infinidad de leyendas existen alrededor de estos soberanos que estuvieron rodeados de los magos más grandes que existieron en la antigüedad.
Moisés no escapa a estos conocimientos mágicos, ya que por el hecho de haber sido un príncipe fue educado a la usanza egipcia, además del conocimiento académico de la época, recibió la sabiduría mágica que se respiraba en templos como el de la gran pirámide de Keops y Tebas, entre otras escuelas.
Los egipcios creyeron que después de muertos continuarían un viaje en la región del más allá donde serían preparados para la siguiente reencarnación. Y en el caso de los faraones, por ser hijos del dios supremo, tendrían que cuidar su cuerpo para que volvieran a manifestarse en el mundo de los vivos.
Los sacerdotes a su servicio, conocedores de esas artes divinas se encargaban de preparar ese cuerpo para la inmortalidad. Mediante rituales secretos ungían esa materia que acababa de dejar el faraón y se encargaban de depositarla en un lugar debidamente preparado, libre de las manos de los vivos para que no entorpecieran el sueño del soberano y pudiera ser preparado en los planos siderales para su próxima reencarnación.
Algunos de estos sitios han sido descubiertos por los antropólogos, siendo el más famoso el del faraón Tutankamón, en 1923, por el arqueólogo inglés Howard Carter. La fama consistió en que toda persona involucrada en el hallazgo sufrió una muerte en extrañas circunstancias, siendo la única de forma natural la del propio Carter.
Curiosamente, esta tumba es la única que en su interior poseía una gama de riqueza tanto arqueológica como monetaria, más no las de otros faraones y sus familiares cercanos. Esto ha dado cabida a que un grupo selecto de investigadores piensen que los faraones, de una manera astuta, pensaron en el lugar donde reposarían eternamente y para ello, en vida, encomendaron a sus sacerdotes el lugar donde se construirían 2 moradas, una ficticia y la otra, inaccesible para sus enemigos y ahí debían depositar en su momento sus restos mortales.

El único sepulcro encontrado con todo tipo de riqueza fue el del faraón Tutankamón. La explicación que a esto se da es que este soberano prácticamente no tenía enemigos y por eso no mandó a construir 2 moradas sepulcrales. Cuando asumió el mando de Egipto apenas contaba con 9 años de edad. Fue hijo de Amenhotep III y hermano de Akhenatón, quien en vida se ganó muchas enemistades.
El joven faraón murió a la edad de 17 años y no había reinado mucho como para hacerse de una gama de contrarios. Tanto su progenitor como su hermano mayor murieron misteriosamente, haciendo suponer que fueron asesinados. Su tío Aya fue quien en realidad reinaba.
A los 17 años de edad, Tutankamón contrajo nupcias con la hija de la reina Nefertiti y fue cuando comenzó a mostrar interés por tomar las riendas de Egipto. 2 años después moría también de una manera misteriosa haciendo suponer que fue asesinado por su tío Aya, quien asumió el mando oficialmente después de su muerte.
Pero en el caso de Ramsés III, faraón guerrero, quien dirigió sangrientas luchas contra sus acérrimos enemigos, Libia y Siria, es obvio que se ganó muchas enemistades. Fue un faraón constructor que entre otras obras mandó a edificar el templo de Amón, en Tebas.
Su tumba, descubierta en 1995 pareció darle la razón a quienes piensan en la doble tumba de los faraones edificadas en la antigüedad. En este caso el sepulcro estaba formado por varias cámaras y ubicado bajo una pirámide; sólo que estaba vacío.
También la momia de Ramsés II, descubierta en 1881, fue encontrada en su morada con muy pocos objetos de valor. Las vasijas halladas no eran de metales preciosos.
Otro caso fue el del faraón Akhenaton, quien provocó la ira de la mayoría de los egipcios incluyendo a los sacerdotes ya que trató de eliminar la adoración de los diferentes dioses al imponer el culto a Aton, un dios único y sin forma. Antes de morir dio instrucciones a sus más fieles seguidores para la construcción de su sepulcro temiendo que sus enemigos lo primero que harían era descuartizar su momia. Al ser encontrada su sepultura también carecía de valiosos objetos ornamentales. Su momia se exhibe actualmente en el Museo de El Cairo y es una de las mejor conservadas.

En la antigüedad, los saqueadores de tumbas conocían sobre la existencia de estas 2 tumbas, la ficticia y la real. Días después de la muerte del faraón, los sacerdotes llevaban la momia a la sepultura real donde gozaba de todas las riquezas que el mandatario tuvo en vida.
Los saqueadores de tumbas reales se dedicaban a la búsqueda de esta última, por eso, los arqueólogos encuentran a las momias con poco o nada de objetos de valor. Los ladrones se les adelantan descubriendo y saqueando los nichos reales. En el caso de Tutankamón, podría decirse que es un caso único por no haber gozado de enemigos, además era su tío Aya quien reinaba y no tuvo tiempo ni pensó en mandar a construir ese doble sepulcro para despistar a sus contrarios.

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