lunes, 11 de junio de 2012

Un funeral real en el Reino de egipto

Egipto tenía una religión mágica con una parte esotérica para el pueblo y otra esotérica para el faraón, sacerdotes y altos dignatarios, esta diferenciación es muy clara en el Reino Antiguo. La religiosidad del pueblo consistía en servir a su faraón con una devoción absoluta puesto que significaba servir a la divinidad. Los rituales de muerte también eran muy diferentes entre una clase y otra. En esta época, el faraón estaba identificado con Horus, el dios vivo y cuando moría con Osiris, el dios muerto.
Cuando el faraón moría se procedía a su momificación. Este complejo ritual mágico no sólo se realizaba para preservar el cuerpo, porque con haberlo enterrado en la arena, ya se hubiera momificado de forma natural, sino que se llevaban a cabo toda una serie de ritos mágicos para ayudar al difunto en su viaje a la otra vida. Además cuando empezaron a complicar el ritual del enterramiento, se dieron cuenta de que los cuerpos momificados naturalmente se corrompían dentro de los sarcófagos y en las cuevas o cámaras funerarias.
La momificación: El faraón era asistido por los sacerdotes y los momificadores con la ayuda de Anubis, el dios momificador en el Templo Bajo. Su cuerpo se lavaba ritualmente y mediante técnicas se extraían todas las vísceras por los orificios del cuerpo, que una vez limpias y tratadas eran colocadas en cuatro vasos canópicos que en este período tenían tapas planas y en el Reino Nuevo representaban a los 4 Hijos de Horus: Duamutef (cabeza de chacal), Quebsenuf (cabeza de pájaro), Hapi (cabeza de mono) y Amset (cabeza humana).
El cuerpo se vendaba de forma ritual también y entre las vendas se colocaban trozos de cerámica o metales escritos con hechizos y conjuros que lo ayudaran a resucitar y lo guiaran en la otra vida. El corazón se sustituía por una piedra sagrada o preciosa y los brazos todavía no habían definido totalmente la posición, a veces se colocaban con las palmas abiertas sobre los hombros y sería más tarde cuando los cruzaron sobre el pecho y le colocaban los atributos reales.
Literatura Funeraria: Eran los trozos de hechizos que colocaban entre las vendas. Primero se llamaron “Textos de las Pirámides”, luego, “Textos de los Sarcófagos” y llegaron a conformar el tardío “Libro de los Muertos” y que en el Imperio Nuevo, ya estaba disponible para todo aquel que pudiera permitírselo. Se sabe que el faraón Unis de la dinastía V utilizó una colección de hechizos ‘Textos de las Pirámides’ y por primera vez los hizo grabar en una tumba. En este grabado de Unis se explican pasajes de la teoría de la creación, las luchas entre Horus y Seth y, fundamentalmente, fórmulas para permitir al faraón la ascensión, resurrección e identificación del faraón con los dioses. También se hablaba de que el faraón pudiera transformarse en Aj, el espíritu transfigurado e imperecedero y el faraón quedaba formando parte del orden cósmico. Estos primeros textos del Reino Antiguo además de hablarnos de mitos solares contemporáneos a los faraones enterrados, también nos hablan de una religión mucho más antigua  relacionada con la mitología estelar.
Procesión funeraria: Después de acabado el ritual de momificación, se hacía un cortejo funerario que acompañaría al faraón hasta su última morada. Salían del Templo Bajo donde se había realizado todo el proceso y acudían al Templo funerario o Templo Alto que estaba cercano a la pirámide. Todo el cortejo ascendía por la rampa hasta el templo. En esta larga procesión se llevaban alimentos, perfumes y flores y se entonaban letanías para favorecer la resurrección. También había plañideras que acompañaban el cortejo y lloraban, no como se despide a un muerto sino como cuando se despide a alguien que emprende un largo viaje y que no vamos a ver más. A veces el traslado se realizaba en barca.
Parte de los alimentos eran consumidos por los que participaban en el cortejo y parte de ellos se depositarían en la tumba. Al templo funerario del faraón, sólo tenía acceso su familia y sacerdotes. El pueblo rara vez tenía acceso al faraón pero lo amaba y respetaba como a su dios.
Ya en la tumba, el sacerdote realizaba el “Ritual de la Apertura de la Boca” para que el difunto pudiera hablar y respirar en la otra vida. Un sacerdote tocaba la boca, ojos, oídos y nariz con una herramienta especial y se quemaba incienso.
El sarcófago es la caja donde se deposita la momia. En el Imperio Antiguo se cambia la posición de enterramiento anterior en posición contracta por la posición estirada y sólo había dos cajas, luego serían tres, una dentro de otra como las matriuskas rusas. La externa representa la casa del faraón, su microcosmos donde él va a revivir y podía tener tallada la piedra como su propio palacio. La interna en ocasiones tenía la representación de la diosa Nut, el cielo estrellado que nos acerca todavía a esos mitos ancestrales cosmogónicos donde el faraón se convertiría en la estrella más esplendorosa del firmamento. Estas representaciones fueron evolucionando en períodos posteriores a Maat, que es símbolo de la Verdad, la Justicia y la Armonía cósmica; y como diosa, es la hija de Ra y se han encontrado numerosas representaciones en el interior del sarcófago, debajo del muerto y por tanto sólo para que las viera o las utilizara él. A veces parecen instrucciones o mapas para el camino. Los sarcófagos todavía no eran antropomorfos.
Las ofrendas eran colocadas en la tumba para que el muerto las utilizara o se alimentara del Ka de las mismas, de su doble, alimentos, perfumes, coronas de flores o pequeñas estatuillas dejadas allí como especie de exvotos para pedir el favor real para alguien.
El ajuar eran una serie de objetos que eran depositados en la tumba para uso del faraón, a través del Ka de cada uno de ellos, eran objetos necesarios para que pudiera vestirse, alimentarse y desplazarse y según su riqueza nos dan un reflejo del poder que tenía el faraón en cuestión. En este período  las máscaras funerarias todavía no son utilizadas pero a veces los artesanos pintaban las vendas con los rasgos del difunto. También se colocaba una figura con los rasgos del difunto que representaba su doble, el Ka del muerto y esto se hacía por si el cuerpo sufría algún daño, que el Ka pudiera reconocerse en la estatua. Por eso se colocaba en algún lugar de la tumba cerca del sarcófago para que el muerto pudiera verla. También podían ser cartuchos con el nombre del fallecido.
Los grabados, escritos, imágenes y estatuas de la tumba del faraón, como tal dios que era, seguían los arquetipos de la vida del dios. Nunca se narraba la biografía de un faraón en su tumba pues el faraón era el dios. Se lo representaba como un dios, con el disco solar, como el halcón Horus y siempre eran representaciones que pudieran ayudar al muerto en su resurrección.
Los templos funerarios: En el Reino Antiguo, los templos funerarios eran construcciones sencillas realizadas con elementos vegetales, luego fueron de adobe y más tarde pequeños templos pero aún totalmente alejados de la magnificencia y poder que fueron adquiriendo en épocas posteriores.
Las pirámides: En el Reino Antiguo se empezó realizando los enterramientos en mastabas, pirámides escalonadas pero con la dinastía III se pasó a la construcción de pirámides, símbolo perfecto muy relacionado con el culto solar que iba extendiéndose. A partir de entonces este período  se caracteriza por la monumentalidad de sus pirámides que se iban haciendo cada vez mayores hasta llegar a su plenitud con Keops, Kefrén y Micerinos, luego este tipo de construcción empezó a decaer y a medida que el tamaño de la pirámide decrecía, crecía el del templo solar mandado construir por el faraón.
La pirámide formaba parte del complejo funerario. Un complejo funerario constaba de una pirámide, el templo funerario o templo alto, la rampa y el templo bajo o templo del valle donde se realizaba la purificación y la momificación.
El pueblo participaba en la construcción de la pirámide del faraón y así servía a la divinidad. Este trabajo en común era una forma de aglutinar al pueblo y de procurarles la salvación, así todo faraón estaba obligado a realizar una gran obra en su vida para asegurar la salvación de su pueblo.
Los faraones enterrados quedaban totalmente integrados con la divinidad y eran reverenciados como dioses, tenían relación con los vivos y éstos les dejaban sus escritos, peticiones, ofrendas, les consultaban sus problemas, pero no sólo lo hacían sus parientes sino cualquiera que sintiera devoción por él.
Egipto nos legó una religión mistérica de la que hemos perdido muchas claves de interpretación pero que después de miles de años, nos sigue fascinando y nos habla de una constitución mágica del hombre.

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