jueves, 12 de julio de 2012

La familia en el antiguo Egipto

La familia representaba la unidad básica de esta civilización tan enigmática. Existía un núcleo muy cerrado formado por triadas familiares: padre, madre e hijo, aunque otros miembros más alejados -sobre todo femeninos- como hermanas viudas y solteras, podían convivir en el mismo hogar a pesar de las diminutas dimensiones que solían tener las casas egipcias. Pero, generalmente se iban vaciando a medida que los hijos crecían. Las hijas de las clases bajas, por ejemplo, al llegar a la edad adulta se marchaban a otros pueblos a servir en casas.
El concepto de hogar familiar era, salvando algunas distancias y pese al tiempo transcurrido, bastante cercano al que tenemos en la actualidad. Los antiguos egipcios en cuanto se casaban se independizaban del hogar  paterno y se iban a vivir a su propia casa, fundando su propia familia. Ya de recién casados querían tener hijos, los cuales eran muy deseados por los padres: eran la finalidad del matrimonio. Así, la mujer fértil era considerada una mujer de éxito, la estéril acudía a magos o a médicos para tratar de concebir y, cuando esto no ocurría,   se permitía que el marido tuviese una amante para luego adoptar al hijo que naciera de esa relación, hijo que la esposa aceptaba como suyo.
Respecto a las preferencias sexuales, las niñas eran tan queridas y deseadas como los niños;  nunca se cometió el infanticidio femenino como ocurrió en civilizaciones como la griega o la romana.
Una mujer podía dar a luz unos ocho hijos, entre los 14 y los 40 años de edad, de los cuales solían sobrevivir unos cuatro.
Mientras el hombre de la clase baja y media se iba a trabajar al campo o se dedicaba al comercio, su mujer se quedaba cuidando de los hijos y dedicándose a los quehaceres de la casa como coser, moler grano, hacer pan, preparar la comida y organizar los banquetes de las fiestas. Era una mujer que se cuidaba, dando bastante importancia a su aspecto físico a pesar de estar la mayoría del tiempo en casa; le gustaba estar guapa, utilizaba maquillaje, se hacía distintos peinados y la de clase alta se adornaba con fabulosas joyas como collares largos y pulseras. Los niños pequeños solían ir desnudos, sobre todo los de clases menos acomodadas, utilizando la ropa cuando bajaba la temperatura, además hasta los diez años, iban con la cabeza rapada y un largo mechón de pelo que caía en el lado derecho.
Rituales para el embarazo y el parto
El nacimiento del nuevo bebé suponía un acontecimiento lleno de alegría (provocar un aborto estaba castigado jurídicamente) pero, desde su concepción, entrañaba graves riesgos; la tasa de mortalidad infantil así como la de las madres en el parto era muy alta. La concepción se entendía como una mezcla mágico-religiosa y fisiológica, considerándose en parte una acción de Cnum, el dios alfarero que con su torno creaba la vida. Como medidas de prevención contra las fuerzas negativas que pretendían oponerse al nacimiento, solían emplearse multitud de amuletos y fórmulas mágicas entre las que destaca el llamado “Cipos de Horus sobre cocodrilo”, una especie de pequeño bajorrelieve con textos mágicos en la parte posterior y la figura de Horus (el hijo de Isis) sujetando dos reptiles en la anterior.
Para comprobar si una mujer estaba embarazada, los egipcios vertían unas gotas de orina en un recipiente con granos de trigo y en otro con cebada. Si, pasados unos días, germinaba significaba que había embarazo. Si el primero en germinar era el trigo, el bebé sería niña y si lo hacía primero la cebada, niño.
El dar a luz era visto como algo natural por lo que la atención en el parto la llevaban a cabo las comadronas, más que los médicos. El nacimiento era una especie de ritual donde a la parturienta se le bañaba en aceite para relajarla y se le anudaba el pelo; hecho esto, se invocaba a dioses como Isis (la belleza), Neftis (la excelente) y Heget, para facilitar y proteger el nacimiento.
El alumbramiento tenía lugar en una estancia específica de la casa, llamada “el pabellón del nacimiento” y decorada con unas columnas que evocaban el nacimiento de Horus, hijo de Isis. A la madre se le ponía de cuclillas sobre cuatro ladrillos mágicos o en un asiento para dar a luz y, durante todo el parto, las comadronas recitaban fórmulas mágicas para proteger al bebé.
Tras el nacimiento, cortaban el cordón umbilical con un cuchillo especial, identificado con la serpiente Apofis y lavaban al bebé. La placenta era enterrada en la casa o arrojada al Nilo para asegurar la supervivencia del niño; debido a las bajas condiciones sanitarias, el bebé no estaba fuera de peligro hasta el primer mes de vida. En “el pabellón del nacimiento” permanecían madre e hijo catorce días después del parto, para el ritual de purificación.
Si el bebé y la madre morían en el parto eran enterrados en la misma tumba; si sólo fallecía el bebé, se le metía en una vasija de barro (embalsamado o con vendas) que se enterraba cerca de la casa con juguetes, adornos, amuletos… para garantizar una larga vida en el más allá; lo mismo que se hacía en el caso de los adultos.

La lactancia materna, hasta los 4 años
La alimentación infantil se consideraba fundamental para el desarrollo del niño, motivo por el que los médicos recomendaban amamantar al bebé hasta los tres o cuatro años. Pero, este largo periodo de lactancia creó ciertos indicios de raquitismo. Por otro lado, el dar el pecho durante tanto tiempo permitía a la mujer descansar de embarazos durante al menos tres años. En las clases altas, para criar y amamantar al niño, se recurría a los servicios de una nodriza. Antes de contratarla su leche pasaba un minucioso examen; los egipcios suponían que si olía a plantas aromáticas, era de buena calidad y la contrataban. Las nodrizas no podían criar a otro niño, excepto su propio hijo y estaban obligadas a prescindir de las relaciones sexuales para evitar embarazos. Era un trabajo bien pagado y con cierto reconocimiento social.
Con el destete volvía a aumentar la tasa de mortalidad infantil –hacia los 4 ó 5 años de edad– a causa de las numerosas enfermedades gastrointestinales que se producían al pasar de la leche materna a una alimentación directamente sólida como la de los adultos, basada principalmente en cerveza, pan sin levadura y productos obtenidos por la caza y la pesca.

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