lunes, 10 de septiembre de 2012

LA MALDICION DE LOS FARAONES


"…cuando Lord Carnavon, incapaz de soportar la incertidumbre por más tiempo, preguntó ansiosamente "¿Puede ver algo?", todo lo que pude hacer fue decir: "Si, cosas maravillosas". Luego, agrandando un poco el agujero para que ambos pudiésemos ver, colocamos una linterna".
Un viaje a Egipto siempre es maravilloso y entre las imágenes que el viajero dejará permanentemente fijadas en su memoria se encuentran la visión del silencioso y extraño Valle de los Reyes y la riqueza y fastuosidad de detalles hallados en la tumba de Tutankamón y conservados en el Museo egipcio del Cairo.
TUTANKAMÓN. El Valle de los Reyes está situado a pocos kilómetros al oeste del curso del río Nilo, próximo a la antigua ciudad de Tebas y a la actual ciudad de Luxor, y está flanqueado por unos altos acantilados y por una entrada larga, estrecha y sinuosa. Fue la necrópolis utilizada por los faraones egipcios del periodo del Imperio Nuevo (1570-1070 a.C), a partir del faraón Amenofis I, con enterramientos provistos de multitud de medidas de protección, que en muchas ocasiones resultaron inútiles ante los profanadores y ladrones de tumbas de los siglos siguientes. La primera tumba descubierta, en 1817, fue la Seti I, aunque el hallazgo de su momia, junto la de otras 39 momias reales hubo de esperar a 1881. A partir de entonces se descubrieron varias docenas de tumbas, aunque la más popular y valiosa fue, en 1922, la del faraón Tut Anj Amón (c. 1334-1325 a.C.), o Tutankamón, que se había salvado del saqueo completo. Aunque había sido robada dos veces, la tumba todavía contenía más de 5.000 artículos enterrados con el joven faraón, que había reinado en el siglo XIV a.C. y había devuelto la estabilidad al reino, con la restauración del culto a Amón, abandonado con Ajnatón. Más aún, con Tutankamón, Tebas, la ciudad sagrada de Amón, de nuevo se convirtió en la capital de Egipto.
El relato con el que se inicia este artículo está recogido del libro que para describir toda la historia del hecho publicó Howard Carter, el egiptólogo británico que la descubrió. El libro se editó en tres volúmenes, aparecidos, respectivamente, en 1923, 1927 y 1933. Carter era financiado por el también egiptólogo británico George Herbert, Lord Carnavon, quinto conde de Carnavon. El 4 de noviembre de 1922, cerca de la entrada de la tumba de Ramsés VI, Carter encontró un escalón tallado, indicio de la existencia de otra tumba, lo que quedaba rápidamente confirmado por otros hallazgos, que le hicieron enviar a Lord Carnavon, en Inglaterra, el siguiente cablegrama: "Finalmente he hecho descubrimiento maravilloso en el valle, una tumba magnífica con sellos intactos; recubierto hasta su llegada; felicidades". El día 25 de noviembre, ya con Lord Carnavon en el lugar de la excavación, tenía lugar el derribo de una puerta que dejaba al descubierto la antecámara. Y, tras tres años de trabajo, quedaron al descubierto los 5,000 tesoros únicos presentes en la cámara real. Con ello, en octubre de 1925, se abría el féretro, dejando al descubierto la máscara mortuoria de oro.
MALDICIÓN 
En 1922, unos pocos meses después del descubrimiento inicial, Lord Carnavon moría en el Cairo víctima de la erisipela desarrollada tras una picadura….Ciertos relatos indicaron que en el momento de su muerte se apagaron todas las luces de su ciudad. También que, simultáneamente, en su casa de Inglaterra, moría su perro foxterrier favorito. ¿Había nacido una maldición, la maldición o venganza de los faraones o de las momias?. Realmente la idea ya existía previamente. En 1869, Louisa May Alcott, la autora de Mujercitas, había escrito un cuentecillo titulado "Perdido en una Pirámide: la venganza de las Momias". Y a Joseph Smith (1863-1950), un pintor americano, le gustaba relatar la existencia de una maldición respecto al herético faraón Tutankamón.
Lo cierto es que, 6 años tras el hallazgo, Richard Bethell, uno de los ayudantes de Carter, moría súbitamente, de una enfermedad circulatoria y Lord Westbury, padre de Bethell, se suicidaba. Tras su descubrimiento, uno de los primeros visitantes de la tumba de Tutankamón fue George Jay Gould, hijo de un multimillonario. A los pocos días falleció. Cuando Alb Lythgoe, otra persona que había estado en la tumba, agonizaba en el hospital, víctima de un infarto, Herbert Winlock, Director de la sección Egipcia del Metropolitan Museum of Modern Art in New York, se sintió obligado a desmentir la existencia de la llamada maldición de las momias. Pero las elucubraciones de la prensa sobre una maldición o venganza de los faraones aumentaron, animadas por la declaración de Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, o del egiptólogo Arthur Wiegall, quienes creían en tal maldición.
En 1980 se hizo un filme basado en estas historias. El actor Raymond Burr se desplomó sin sentido un día durante la filmación. Otro miembro del reparto, Ian Smith, en un accidente de circulación, se rompía la pierna. En 1992 la BBC rodó la serie "El rostro de Tutankamon". Durante la filmación se fue la luz durante 20 minutos y cuando comentaba jocosamente la posible maldición, el director cayó fulminado al suelo sin respiración, pero salvó la vida mediante la respiración artificial que le hizo su esposa. En el hotel donde se hospedaban, un ascensor se desplomó 21 pisos, y cuando comprobaron los rollos filmados uno estaba en blanco.
INVESTIGACIÓN. ¿Sería posible investigar científicamente la existencia o no de la maldición de las Momias?. Así lo ha hecho un serio y acreditado médico y científico italiano, el Dr. Mark Nelson, publicando sus resultados en una de las mejores revistas médicas mundiales, British Medical Journal. Su objetivo principal fue el determinar la supervivencia de las personas occidentales expuestas o relacionadas con la apertura de la tumba de Tutankamon entre febrero de 1923 y noviembre de 1926. Fundamentalmente localizadas a través de los escritos de Carter se identificaron a 44 de esas personas, de las que a 25 se podían considerar como posibles objetos directos de la maldición. Tras el análisis, para cada una de ellas, de las edades y las circunstancias en que se produjeron sus fallecimientos, así como de la supervivencia media tras la exposición, los cálculos matemáticos realizados llegan a la clara conclusión de que no existe ninguna base científica que permita afirmar la existencia real de consecuencias derivadas de la llamada Maldición de las Momias.

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