lunes, 15 de octubre de 2012

Historia de Egipto


Amenofis IV, Akenaton, décimo faraón de la XVIII Dinastía, el llamado Rey Hereje, es probablemente uno de los faraones de Egipto más emblemático y desconocido por la falta de documentación que existe sobre él y la época amarniana. Akenaton era un poeta, un soñador sensible a la belleza, la humanidad y la justicia. Trece siglos antes de Cristo, todos los templos de Egipto fueron cerrados al culto, excepto el recién creado, dedicado a Aton, el disco solar. Estos cambios fueron producidos por Akenaton, que gobernó en las Dos Tierras durante algo menos de veinte años, aunque se dispone de poca información, ya que fue borrado de las listas de reyes de Egipto.
En el siglo XIX, un grupo de arqueólogos que trabajaba en Tebas, descubrieron los restos de una ciudad, cuyos restos eran completamente diferentes a todo lo visto hasta el momento en Egipto. A 300 Km. Al Sur del Cairo, acababan de descubrir la ciudad de Akhet-aton, y la llamaron El Amarna. Su estado era casi ruinoso, aunque comenzaron a encontrar vestigios interesantes en el interior de sus tumbas. En primer lugar, se observaba que no estaban representados los dioses como era costumbre, sino un solo dios, Aton, el disco solar. Otra característica diferente fue el encontrar representaciones de la vida familiar del faraón, aspecto que no se había contemplado en el arte hasta el momento.
Casi toda la documentación de que disponemos está sacada de los grabados en templos y tumbas en la ciudad de Amarna.
Amenofis IV nació hacia el año 1.377 A.C., durante el decimoctavo reinado de su padre, en pleno apogeo del país. Era el segundo hijo del faraón, por lo que en un principio, no era el heredero. Fue educado en la tradición religiosa heliopolitana, y nombrado sucesor después de la muerte prematura de su hermano y heredero oficial, Tutmosis. Ésto ocurrió en el trigésimo años de reinado de Amenofis III, durante su primera fiesta Sed.
El arte de la guerra había evolucionado con el uso de carros de combate, por lo que el Imperio se extendía desde Sudán hasta Turquía.

©Busto de Akenaton.Museo Egipcio de El Cairo

Su padre, Amenofis III, noveno faraón de la XVIII dinastía, fue un diplomático. Su reinado se caracterizó por la ausencia de conflictos bélicos, y el Imperio era bastante estable. Sus contactos comerciales se extendían por Babilonia, Mitanni, Hatti, Siria, y Chipre, entre otros. Gobernaba un gran imperio, rico y con muy buenas relaciones comerciales.
Su madre era la princesa semítica Tiy. Algunos historiadores suponen que su nacimiento fue en el palacio de Malgatta, en la orilla oeste de Tebas.
La capital religiosa era Tebas, y el culto iba dirigido a numerosos dioses. Para los antiguos egipcios, el sentido de religión difería de cómo la vemos ahora nosotros. Para ellos sus dioses no eran más que las respuestas a fenómenos naturales, del cual el más importante era el Sol, fuente de la vida, representado como Amon-Ra, dios de dioses en la época.
Cada dios tenía su templo, sus sacerdotes, y su culto diario. Los templos eran ricos y la clase sarcedotal tomaba cada vez más poder. Esto pudo influir en Amenofis IV a la hora de decidir su revolución religiosa.
Cuando Amenofis IV ascendió al trono tendría alrededor de 20 años, hacia el 1358 A.C. y estaba casado ya con Nefertiti, que no tenía ascendencia real, con la que tuvo varias hijas: Mery-Atón, Meket-Atón y Ankhesenpa-atón, Nefer-Neferu-Atón, Nefer-Neferu-Ra y Step-en-Ra.

©Busto de Princesa de Amarna
Museo Egipcio de El Cairo

Al poco tiempo de ser faraón, implantó el culto a Aton, disco solar, representado unas veces como un sol que baña con sus rayos al rey, y otras veces con forma humana y cabeza de halcón

Tres años después de su coronación, realizó su primera fiesta sed, reservada al 30 aniversario de reinado, en la que invitaba a comer a todos los asistentes, hecho que fue muy bien recibido por el pueblo.
Durante el jubileo, aprovechó para inaugurar el primer templo dedicado exclusivamente a Aton. En él lo representaba como un sol, cuyos rayos eran manos que dan la vida al faraón.

©Estatua de Akhenaton. Museo Egipcio de El Cairo

Durante los primeros cinco años de su reinado, su capital estaba en Tebas, pero poco a poco fue distanciándose del clero de Amon, cambiándola a El Amarna, como veremos a continuación.

Los sacerdotes de Amon, en Tebas, se dieron cuenta de que su poder estaba siendo amenazado.

Fue un profundo cambio religioso y social. Quedó también representado en el arte. Se abandonaron las figuras rectas a favor de líneas muy redondeadas y femeninas. El hecho de crear un arte tan particular, puede ser debido a su deseo de romper con el pasado. En sus representaciones, Akenaton aparece con el cuerpo deformado, la cara y cuello muy alargadas, y las caderas excesivamente anchas. Para algunos historiadores, podría ser debido a una enfermedad degenerativa.
La mayoría de los textos y monumentos habían sido destruidos, utilizando sus piedras para construcciones posteriores. Durante más de 30 años, arqueólogos trabajaron en la reconstrucción de muchos restos, logrando centenares de escenas de la época, que nos pueden arrojar más luz sobre este fascinante personaje.
A finales de los años 70, escondido en el interior de la puerta de un templo, se encontró un documento que contenía un discurso de Akhenaton a su pueblo:
"Lo sé todo sobre los dioses, pero todos ellos se han terminado. Aunque estén hechos de oro, plata y piedras preciosas, mi dios es el que no ha sido creado, el creador. Ningún hombre lo ha moldeado…"
Para los egipcios, este nuevo culto amenazaba las leyes de Maat, y, por tanto, toda la vida del pueblo.
Amon, junto a otros dioses, desaparece del culto, por lo que los sacerdotes se ven amenazados, viendo peligrar su posición y sus riquezas. Todos los templos tuvieron que pagar un tributo al templo de Aton. Akenaton estaba tratando de acabar con las influencias de los sacerdotes y aumentar el poder absoluto del faraón. Él era el sumo sacerdote de Aton.
Su esposa, Nefertiti era frecuentemente representada en el arte amarniense con la corona de faraón. Se cree que pudo ser pieza clave en política, aunque no se sabe con certeza si abrazó la fe de su esposo. Es posible que hubiera incluso desavenencias matrimoniales por esta causa.
Akenaton, encontrando en Tebas mucha oposición a sus planes, trasladó la corte lejos de los sacerdotes de Amon, a un territorio al Oeste del Nilo, en pleno desierto, donde construyó la ciudad de Akhet-aton, estableciendo allí la capital. Fue llamada ciudad del Horizonte, dada la similitud entre la salida del sol por sus colinas, y el jeroglífico correspondiente al horizonte.
En ella construyó un gran palacio, un templo dedicado a Aton y tumbas similares a las del Valle de los Reyes. Cerró todos los templos, destruyó las referencias a Amon, y prohibió cualquier referencia a los dioses del pasado. Esto fue concebido por los sacerdotes de Amon como un insulto, e hizo temer al pueblo. A la muerte del Rey, la ciudad fue abandonada, y no se volvió a utilizar, al considerarla maldita.

©Akhenaton, Nefertiti y tres hijas.
Museo Egipcio de El Cairo
Aprovechando la coyuntura, los hititas comenzaron a avanzar sobre el Norte de Egipto, dominando Mittani. A Akenaton pareció no importarle demasiado, probablemente debido a las constantes desavenencias entre los pueblos del norte, que se aliaban con los egipcios o los hititas, según su conveniencia. Varios aliados del Norte de Egipto, se unieron a los hititas, y el país fue perdiendo territorios.
A su vez, la situación interna del país era delicada.
Hacia el año 24 de su reinado, Nefertiti dejó de ser la primera esposa. Akhenaton nombró un corregente, con el que se le representaba en disposición muy afectuosa, por lo que algunos historiadores llegaron a presumir su homosexualidad. Estudios posteriores revelan que ese corregente podría ser la propia Nefertiti.
En algún momento aún sin determinar, desapareció de la vida pública. No se sabe cómo murieron ni él ni Nefertiti. Tampoco se sabe exactamente cómo fue la sucesión, aunque en las listas de reyes aparece Semenkhkare .
Tras éste, Tutankhamon tuvo que reestablecer el orden anterior, eliminando el culto a Aton, abriendo los templos, estableciendo el culto a los otros dioses, y estableciendo su capital en Menfis de nuevo. Los sucesivos reyes destruyeron Amarna, y borraron toda evidencia de la existencia de Akenaton, eliminándolo incluso de las listas de reyes. Con él se cerró un nuevo período de la historia de Egipto, tan desconocido como atractivo, la época de Amarna.

Las piramides de Egipto


Las pirámides comienzan a erigirse espléndidas, y en toda su grandilocuencia, a partir de la cuarta dinastía, albergando la materia y el alma del faraón, que debía sobrevivir más allá de la muerte, por lo cual su cuerpo debía preservarse, lo que se lograba a través de la técnica de lamomificación.
El origen de las pirámides, lo constituye la costumbre de acumular montículos de tierra sobre las primeras tumbas.
Los primeros faraones, considerados hijos de Horus, se enterraban en tumbas subterráneas, para estar más cerca del reino de Osiris, pero los faraones que sobrevinieron luego, considerados hijos de Ra, construyeron sepulcros en forma de pirámides.
Ya en la tercera dinastía que comienza en el año 2800 a. C, aparece la primera pirámide, que en realidad era una modificación escalonada de la mastaba (pirámide truncada, que terminaba en una superficie plana), que es la de Sakara, en honor al faraón Zoser, construida por el arquitecto y primer ministro, Imenhotep, destacada figura cultural de la época, por sus conocimientos matemáticos, astronómicos y médicos, fundador de la medicina experimental. Esta pirámide, contaba con terrazas de piedra rectangular con una altura de 61 m. Estaba rodeada por una muralla, que encerraba varios monumentos.
Pero como dijimos, es en la cuarta dinastía, cuando en las cercanías de la actual ciudad de El Cairo, se erigieron las pirámides de Gizeh, tres majestuosos monumentos arquitectónicos, conformado por las pirámides de keops, Kefrén y Micerino. La primera es la más grande, y su construcción demandó 20 años del esfuerzo de 100.000 personas, que debieron transportar y levantar 2.000.000 de bloques de piedra con un peso aproximado de de 2,5 toneladas cada uno, alcanzando la altura de 146,6 m. Mide 230 m. por lado y ocupa 5,3 ha. Fue llamada por el propio Keops, Khut o Gloriosa.
La pirámide de Kefrén, faraón sucesor de Keops, es tan grande como la de éste, y fue llamada, Ur, la Grande. La de Micerino es mucho más pequeña.
Entre las de Kefrén y Micerino, en la necrópolis de Menfis, se halla la Esfinge de Gizeh, con un rostro que probablemente perteneciera al faraón Kefrén, quien la mandó crear.
En el interior de las pirámides, hallamos numerosas cámaras, interconectadas por pasillos y galerías, con cámaras de aire, realizadas mediante huecos de ventilación. En la cámara funeraria, se colocaba el sarcófago con el cadáver momificado del faraón. Una vez que se colocaba el cuerpo, la entrada de la pirámide se sellaba con piedras.
Las grandes pirámides eran rodeadas por otras más pequeñas, que pertenecían a miembros de la familia real.
Tenían una orientación exacta y una pendiente perfecta, con una inclinación de 52 grados, y su altura era exactamente el radio de un círculo cuya circunferencia era igual al perímetro de la base.

Las tumbas egipcias


Durante la extensa historia de la civilización egipcia, el tipo de tumba empleada para el enterramiento del difunto así como el ajuar funerario asociado, fueron cambiando. Antes de que se iniciara la época dinástica egipcia, es decir, antes de que reinaran los primeros faraones sobre la totalidad de Egipto hacia el año 3100 a.C., ya se observa un progresivo enriquecimiento en la arquitectura de las tumbas y en su ajuar.

Si nos remontamos a las fases más antiguas del neolítico egipcio, las culturas de Fayum A y Merimde en la región del Bajo Egipto, y la cultura de Badari en el Alto Egipto, que abarca prácticamente todo el V milenio a.C.  presentan unas necrópolis relativamente similares, son tumbas simples consistentes en una fosa en la que el difunto era colocado en posición fetal, acompañado por unos pocos objetos de ajuar, principalmente recipientes de cerámica.

Según transcurre el IV milenio a.C. las tumbas cada vez se hacen más complejas y se aprecia perfectamente una diferenciación social, pues algunas de ellas son muy pobres en ajuar funerario y técnica constructiva y otras poseen un gran número de enseres asociados. Esta evolución se puede apreciar comparando los enterramientos típicos de los tres períodos predinásticos principales del IV milenio a.C. (Naqada I, Naqada II y Naqada III) . Durante el período Naqada I (hasta 3500 a.C.) las tumbas consisten en simples fosas circulares donde el difunto, en posición fetal, es acompañado por unos pocos objetos cerámicos.

Durante Naqada II (hasta 3300 a.C.) la tumba se ha transformado ya en una fosa rectangular con los lados menores ligeramente curvos. El difunto sigue enterrándose flexionado, pero ahora su ajuar se amplía, de modo que suele aparecer con objetos cerámicos, paletas de maquillaje, pequeñas joyas, peines y figuritas de marfil, etc. Además, las tumbas se empiezan a forrar de madera en sus laterales, además de un techado a base de troncos de madera. En muchos cementerios se observa una diferenciación acusada en el tamaño y enla calidad de las tumbas del predinástico tardío, y esto es una clara indicación de la formación de una aristocracia emergente en esta nueva sociedad egipcia que se estaba formando. Una de las tumbas más vistosas de la fase Naqada IIc, fechada hacia el año 3300 a.C. es la llamada tumba 100 de Hieracónpolis. Hieracónpolis (Nekhen, en egipcio) fue durante el predinástico uno de los lugares egipcios más desarrollados, pues aquí debió instaturarse un reino que poco a poco fue creciendo y abarcando la mayor parte de Egipto. La tumba 100, por tanto, se relaciona con alguno de esos reyes hieraconpolitanos. Lo más importante de la tumba es que, por primera vez en Egipto, aquí se encuentra una decoración mural sobre revoco de barro. Esta decoración tiene casi 5 metros de longitud  y en ella ya aparecen algunos de los motivos iconográficos que permanecerán inalterados durante toda la historia de Egipto, como por ejemplo el del señor que mata a los enemigos atados con una maza.

La fase Naqada III (hasta 3050 a.C.) supone un desarrollo aún mayor. Las tumbas siguen creciendo en tamaño y riqueza. De este período Naqada III, la más famosa de las tumbas egipcias es la llamada tumba U-j de Abidos , de 9.1 x 7.3 metros)que se cree que pudo pertenecer a un reyezuelo local. Esta tumba se fecha hacia el año 3200 a.C. La tumba está compuesta por 12 espacios de los que sólo uno constituye la cámara sepulcral propiamente dicha. Junto a esta, en su lado largo, se anexan nueve cámaras comunicadas entre sí por  aperturas a modo de ranuras. En estas pequeñas cámaras se depositaron un buen número de objetos de ajuar. Finalmente, otras dos cámaras de gran tamaño  se destinaron también como almacén del ajuar funerario. Entre los objetos del ajuar de la tumba U-j habían cientos de cerámicas, muchas de ellas de importación, procedentes de Canaán, así como diversos objetos de marfil y piedra. Lo más importante, no obstante, son las cerca de 150 plaquitas de marfil en donde aparecieron los primeros signos de escritura egipcia conocidos.

La cultura de Naqada III, originaria del Alto Egipto, fue abarcando zonas cada vez más al norte, hasta entrar en la región del Delta del Nilo. Allí, la necrópolis de Minshat Abu Omar sirve como testimonio de esta presencia directa de los colonizadores del Alto Egipto. Algunas de las tumbas de Minshat Abu Omar fueron construidas en ladrillo en su interior , lo cual conlleva a un desarrollo más en la arquitectura de las tumbas. Lamentablemente, sin embargo, no sabemos cómo eran las tumbas en su superestructura, es decir, en las partes visibles desde la superficie. Al mismo tiempo, en esta necrópolis queda patente la diferenciación social, pues otras tumbas de la misma época son mucho más simples , recordando a aquellas más primitivas de Naqada I.

Período tinita (dinastías I-II)


El primer gran salto cualitativo en lo que a la arquitectura funeraria se refiere, se produce durante la dinastía I. Hemos de tener en cuenta que en este momento la totalidad del país del Nilo se ha unido bajo un único cetro, y por entonces la sociedad egipcia ya está plenamente jerarquizada: en la cima de la pirámide social gobierna el faraón, y por debajo de él la aristocracia. En la base de esa pirámide el pueblo. Con esta diferenciación social tan acusada es natural que a partir de la I dinastía veamos en Egipto una arquitectura funeraria muy diversa y diferenciada. Seguirán apareciendo muchas tumbas simples, las de las gentes más humildes. Pero junto a estas, comienzan a desarrollarse enormes y ricas tumbas, las pertenecientes a los faraones, sus familiares y gentes de la más alta nobleza.

Los reyes de la primera dinastía egipcia y algunos de la llamada “dinastía 0”, imediatamente anteriores, se enterraron en el cementerio real de Abidos, la ciudad en la que, según la mitología egipcia, yacía Osiris, el dios de los muertos. Esto originó que aparte de cementerio real en este período arcaico, también Abidos se convirtiera en un importantísimo centro de peregrinaje en el que los devotos egipcios dejaban ofrendas cerámicas o estelas, o incluso cenotafios (tumbas secundarias).

Los reyes Narmer, Ka e Iryhor, de la “dinastía 0”, hacia el 3100 a.C., se enterraron en Abidos en tumbas de doble cámara. Estas tumbas suponen una pequeña evolución respecto a los tipos de tumbas vistos anteriormente. Sin embargo, con el primer rey de la dinastía I la arquitectura funerario comienza a desarrollarse aún más rápidamente. Aha, primer rey de la dinastía I, fue enterrado en este lugar en una fecha cercana al año 3000 a.C. En vez de hacerse una tumba constituida por dos cámaras, como las de algunos reyes de la dinastía 0, Aha se construyó tres cámaras, además de otras 36 cámaras subsidiarias dispuestas en tres hileras paralelas . Todo parece indicar que en esas 36 cámaras asociadas a las tres de Aha fueron enterradas personas (hombres, mujeres) y animales (leones, perros), sacrificados a la muerte del faraón. Esta sangrienta costumbre del sacrificio parece que terminó a finales de la primera dinastía.

Con el siguiente rey, Dyer, se idea el prototipo de una nueva tumba. En vez de varias cámaras más pequeñas, Dyer se construyó una gran cámara sepulcral rectangular, alojada en una profunda fosa. La estructura se cubrió opr un techo de vigas de madera sobre el que se hizo un túmulo plano de arena contenido por un muro de ladrillos. Esta estructura superior se realizó una vez se enterró el rey.

Con el cuarto rey de la dinastía I, Den, se sigue perfeccionando la tipología ideada por Dyer. Ahora, a la cámara sepulcral se accede por una escalera sellada por una trampilla de piedra. Por otra parte, las tumbas subsidiarias se colocaron a partir de este momento rodeando la cámara sepulcral, formando un rectángulo alrededor.  La reconstrucción hipotética del exterior de la tumba Meryt-Neith nos sirve para hacernos una idea de cómo poían ser estas tumbas vistas desde el exterior. . Otra tumba de estructura similar es la del rey Qaa, hacia 2870 a.C., octavo y último gobernante de la dinastía I.  La cámara sepulcral contenía un tabernáculo de madera y el acceso, como en el caso de Den, se realizaba a través de una escalera. Esto permitía que después del enterramiento y de la creación del túmulo de arena, siempre pudiera accederse hacia el interior a través de este pasillo sellado por una losa de piedra que aún puede apreciarse in situ.

Como muy tarde, a partir del reinado de Dyer el monarca egipcio no sólo se construía en Abidos su tumba sino también otro monumento asociado, pero a más de 1.5 km del cementerio. El de Dyer consiste en un recinto rectangular de 100 x 55 metros constituido por un muro de 8 metros de altura y 3 de anchura, decorado exteriormente por una fachada de nichos. Estos recintos están rodeados también por tumbas subsidiarias.

Aunque el cementerio real de la época tinita (dinastías I y II) se hallaba en Abidos, la principal ciudad del país era entonces Menfis, mucho más al norte, a las puertas del Delta del Nilo. Quizá por ello, la necrópolis de Menfis, Saqqara, presente para esta época una riqueza arquitectónica sin precedentes. En la dinastía I, vemos en Saqqara las primeras mastabas egipcias. Las mastabas son tumbas cuya superestructura tiene forma de banco (de hecho en árabe mastaba significa banco), es decir una forma trapezoidal. En este momento, aquí encontramos ejemplos de grandes dimensiones. Sobre un zócalo se erigía una estructura con fachada de nichos en cuyo interior se disponían un elevado número de cámaras. Un muro rodeaba este complejo, que a su vez era circundado por una serie de tumbas subsidiarias. 

Durante la dinastía II las tumbas de los tres primeros reyes se construyeron en el cementerio menfita de Saqqara. Aquí fueron enterrados Hetepsekhemui, Raneb y Ninetjer. De sus tumbas sólo se conserva la subestructura excavada en la roca. Consisten en largos corredores  de los que partían cámaras de almacenamiento alargadas de las que, a su vez, partían otras. De la superestructura, no obstante, no ha quedado nada.

Imperio Antiguo (dinastías III-VI)


III dinastía


Con la III dinastía la necrópolis real pasa a asentarse definitivamente en Saqqara, abandonando Abidos. Será en Saqqara donde encontremos la primera pirámide (aunque escalonada) y el primer edificio construido enteramente en piedra. Con Djeser (Zoser) comenzaría la era de las pirámides, una nueva evolución en la arquitectura funeraria. Este monumento funerario hizo pasar a la historia no sólo al faraón que fue enterrado en él, sino también al arquiteto que lo ideo, el sabio Imhetep, que tiempo más tarde llegaría incluso a ser considerado como un dios menor.

El conjunto funerario de Djeser fue construido hacia el año 2650 a.C. Muchos detalles hacen que este conjunto destaque sobremanera respecto a lo que hasta ese momento se había construido en Egipto, pero lo principal, quizá, sea que por primera vez se hizo aquí un uso intensivo de la piedra, con lo que definitivamente se reafirmaba la idea de los “monumentos para la eternidad” que tanto caracterizaría a la arquitectura funeraria egipcia.

El conjunto funerario de Djeser está rodeado por un muro de 10 metros de altura con fachada de nichos (fachada de palacio) que ocupa una superficie de 277 x 544 metros Sin embargo, parece que este complejo fue ampliándose en varias fases , hasta que Imhetep ideó su forma final. Lo mismo le ocurrió a la pirámide de seis escalones y 70 metros de altura que destaca en el recinto. En una primera fase esta pirámide no fue más que una mastaba que fue ampliada hasta en dos ocasiones más. Luego la mastaba escalonada a tres niveles se convirtió en una pirámide escalonada de cuatro escalones. Así se creaba en Egipto la primera pirámide (escalonada). Posteriormente, sin embargo, el arquitecto de Djeser aún quisó modificar la construcción, haciéndola más alta y más ancha, de modo que aumentó la pirámide haciéndola de seis escalones o niveles, y así se quedó.

Al complejo de Djeser se entra por un único acceso , a través del muro de nichos. El interior  presenta un gran número de edificios ficticios, vinculados con rituales de regeneración del faraón como la fiesta sed. Característico del complejo de Djeser es también la existencia de dos tumbas, la propia del faraón bajo la pirámide, y otra (quizás dedicada simbólicamente a su “alma”) en el lado sur, en el extremo del gran patio, ésta en forma de mastaba. 

La estructura interna de la pirámide escalonada de Djeser es bastante compleja  . En el lado este, y por debajo de lo que era la segunda ampliación de la mastaba inicial, hay 11 tumbas de pozo donde se han encontrado huesos de mujeres, talvez antepasados de este faraón. El acceso al interior de la pirámide se realizaba inicialmente a través de una escalinata que se dirigía desde el lado norte directamente a la cámara sepulcral. Sin embargo, cuando la mastaba se convirtió en pirámide de cuatro niveles, esta ampliación tapó el acceso, con lo que se tuvo que excavar otro pasillo subterráneo, aún más largo que el anterior, desde el templo funerario de la pirámide, situado también en el lado norte. La cámara sepulcral, como seá norma en la época de las pirámides, fue construida en granito (2.96 x 1.65 metros) y tiene una altura de 1.65 metros. El contenido de la cámara fue bajado al fondo a través de un pozo de 28 metros de profundidad y 7 metros de lado. Este pozo fue construido durante las fases iniciales, cuando la tumba era tan sólo una mastaba.

IV dinastía


Cuando llegamos a la IV dinastía el nuevo salto cualitativo lo dará el faraón Snefru. Con él podemos ver como los egipcios fueron desarrollando a base de pruebas, fracasos y mejoras la tumba en forma de pirámide, hasta llegar a la máxima perfección durante el reinado de Khufu (Keops).

Snefru construyó tres pirámides. Entre todas suman un volumen de 3.5 millones de metros cúbicos, un millón más que la construcción de Khufu. Por ello, aunque la de Khufu se convirtiese en la pirámide más grande de Egipto, las obras de su padre Snefru suponen un movimiento de tierra y piedra muy superior.

La pirámide de Meidum  es la primera de las tres que construyó Snefru. Esta pirámide fue construida en varias fases . Primero se construyó una pirámide escalonada de siete niveles (E1). Pero antes de que los obreros finalizasen el cuarto o quinto nivel, se decidió ampliar el proyecto a una pirámide de ocho niveles (E2), que fue terminada durante los primeros 14 años de reinado de Snefru. Así, la de Snefru era inicialmente una pirámide escalonada de ocho niveles. Muchos años después, cuando Snefru ya hubo construido otras dos pirámides en Dashur, el faraón mandó a sus obreros convertir la pirámide escalonada de Meidum en una auténtica pirámide de caras lisas (E3) con una pendiente de 51º50’35”. Su base, entonces, era de 144 metros de lado y su altura de 92 metros. Fue la quinta pirámide más alta de Egipto. Esa última fase de construcción debió terminar a finales del reinado del faraón.

Pero antes de dejar acabada la pirámide de Meidum, y por razones que se desconocen. Snefru decidió cambiar de necrópolis, eligiendo Dashur, al sur de Saqqara. Aquí construyó la conocida popularmente como “pirámide romboidal”, llamada así por su aspecto, dado que presenta dos ángulos de pendiente.  Esta pirámide mide 188 metros de lado y 105 de altura y presenta dos pendientes distintas debido a que con la pendiente inicial de 54º 27’ los egipcios observaron que comenzaron a aparecer grietas y que era conveniente reducir la pendiente y, consiguientemente, rebajar la altura inicial que se había proyectado. Por ello, a media altura, la pirámide pasó a tener una pendiente de 43º. Como hecho excepcional esta pirámide presenta dos accesos, el usual por el norte, y otro en el lado oeste . El complejo se compone, además, de una pirámide satélite, dedicada al ka (“alma”) del faraón, una pequeña capilla en el lado norte y una larga rampa ceremonial de 704 metros de longitud que conduce al templo del valle.

La pirámide roja o pirámide norte de Snefru en Dashur (la romboidal es la del sur) tiene 220 metros de lado y 105 metros de altura. Es tan alta como la sur, pero dado que se construyó con una pendiente de 43º22’, su base es mucho más ancha, lo que le da un aspecto achatado . Se accede a su interior a través de un corredor de 63 metros de longitud cuya entrada está en el lado norte de la pirámide. A continuación, tras pasar por dos antecámaras gemelas de 3.65 x 8.36 metros y 12.31 metros de altura, con bóveda por aproximación de hiladas, se llega a la cámara sepulcral, una habitación de 4.18 x 8.55 metros y 14.67 metros de altura, también con bóveda por aproximación de hiladas . Las de Dashur fueron las primeras pirámides en presentar caras lisas, si bien actualmente la mayor parte de este recubrimiento se ha perdido.

La pirámide de Khufu (Keops)

Tras el reinado de Snefru y tras los intentos que hizo por conseguir la forma piramidal, será su hijo Khufu (Keops) quien, gracias al conocimiento adquirido por los arquitectos en ese proceso anterior, consiga erigir la más perfecta de todas las pirámides egipcias, la Gran Pirámide de Gizah.

Las tres grandes pirámides de la planicie de Gizah , junto a El Cairo, constituyen uno de los más célebres monumentos construídos por la humanidad. Miles de años después de su construcción los autores griegos las incluyeron entre las siete maravillas del mundo conocido, y aún hoy en día, a pesar del enorme y constante deterioro al que han sido sometidas, siguen siendo una de las obras más conocidas del mundo. Cada año, miles de turistas se pasean por Gizah y entran en el interior de las pirámides, en sus cámaras sepulcrales, en lugares prohibidos que según la antigua creencia egipcia debían permanecer sellados eternamente para permitir el reposo del difunto faraón y su cíclico viaje en el más allá.

Las pirámides no son más que una parte de un complejo funerario construido en vida del faraón para protegerlo y adorarlo a su muerte. Actualmente la imagen que tenemos de las pirámides es muy distinta de la que fue. Si viajáramos a Gizah y nos situásemos ante la más grande de las pirámides, la construida bajo el faraón Khufu , nos encontraríamos con una enorme mole edificada a base de bloques de piedra caliza. Durante la Edad Media las pirámides y su complejo funerario se convirtieron en canteras para la construcción de El Cairo, por lo que miles de toneladas de material han desaparecido lentamente de su lugar original, quedando ante nuestros ojos un tímido y vago reflejo de lo que en su día, y aún hoy, fue una extraordinaria obra de ingeniería, logística y del absolutismo teocrático. 

El volumen de la pirámide y su complejo funerario es de cerca de dos millones y medio de m3, y todo ello se realizó durante los cerca de 25 años que debió reinar Khufu del que, curiosamente, únicamente ha sobrevivido una estatua de marfil de sólo 7.6 cm de altura. Algunos autores han intentado expresar con ejemplos prácticos el volumen de la pirámide de Khufu. Así, se dice que si la pirámide fuera recortada en bloques de unos 30 cm y éstos fueran dispuestos en fila, dichos bloques podrían recorrer 2/3 de la circunferencia de la Tierra. Igualmente, si con dicho material se construyese un muro de más de tres metros de altura y 30 cm de ancho, este muro podría rodear toda España.

Originalmente la pirámide tenía todas sus caras lisas gracias al revestimiento de caliza blanca de gran calidad procedente de la cantera de Turah. El reflejo del Sol en esta superficie blanca realzaba enormemente el brillo de la pirámide, lo cual permitía su visión desde decenas de kilómetros de distancia.

Conocemos el nombre egipcio de la gran pirámide, se llamaba Akhet Khufu, es decir, “el Horizonte de Khufu”. La pirámide de Khufu, situada a una latitud de 29º 58’ 51”, se construyó con unas 214 hiladas a partir de más de 2.300.000  bloques calizos con un peso medio de 2.5 toneladas. Los bloques tienen una altura media de 0.69 metros si bien también los hay de 1.5 metros en las hiladas inferiores. La pirámide tiene una base cuadrangular de 230.33 metros de lado (440 codos reales). Originalmente medía 146.59 metros de altura (280 codos reales), si bien actualmente ésta se ha reducido diez metros debido a la desaparición de la cúspide de la pirámide. Esto implica que faltan unas 12 hiladas y el piramidión, que muy posiblemente era de granito. El ángulo de inclinación de las caras de la pirámide es de 51º 50’ 40”.

La precisión de la construcción de la pirámide de Khufu ha dado pie a numerosas hipótesis, descabelladas en su mayoría. El simbolismo astronómico de la pirámide, sumado a la excelente construcción de la misma y el exotismo inherente a la antigua civilización egipcia, han formado el cóctel perfecto a partir del cual se han formulado sorprendentes teorías carentes de la menor base científica y propias de un desconocimiento absoluto de los logros alcanzados por los egipcios hace 4500 años.

La pirámide está perfectamente nivelada en su base, pues teniendo en cuenta que tiene una superficie de 53052 m2 (230 m de lado) los 2 cm de error son realmente extraordinarios. Por otra parte, la mayor diferencia en la longitud de sus lados es de 4.4 cm. La desviación media de sus lados respecto a los ejes cardinales no son menos sorprendentes, pues es de sólo 3.1’.

Tras apreciar la gran precisión de la orientación de los lados de la pirámide, nos debemos plantear que método siguieron los egipcios para conseguirla y qué razón tenían para esforzase en tal sentido. Según Edwards la precisión de la orientación de la pirámide sólo pudo conseguirse a través de la observación de estrellas. Dicho autor planteó la posibilidad de que los egipcios hubiesen diseñado un muro circular en el centro del cual se situaría el observador . El muro sería suficientemente alto como para que desde su interior el observador tuviese como único horizonte la parte superior del mismo. Así, este muro tendría la función de crear un horizonte artificial uniforme sobre el que las estrellas tendrían un orto y un ocaso preciso. Imaginemos que el sacerdote-astrónomo situado en el centro de este muro circular observase el orto y ocaso de una estrella circumpolar y señalase estas posiciones sobre el muro. El punto medio, obviamente, marcaría la dirección Norte. Esta operación podría haberla repetido con estrellas meridionales para obtener como bisectriz el Sur, pudiendo trazar luego el eje Norte – Sur.  Es muy posible que las observaciones se realizasen con el bay. Dicho instrumento, del cual se conservan algunos ejemplares, consistía en un palo en cuya parte superior una estrecha ranura hacía las veces de mira .

Una segunda posibilidad podría basarse en la orientación polar, sugerida en 1899 por Borchardt. Actualmente la estrella alfa de la Osa Menor, Polaris, es la estrella que utilizamos como referencia para buscar la prolongación del eje de rotación terrestre hacia el Norte. Sin embargo, debido al fenómeno de la precesión del eje del mundo , es por todos conocido que la posición de las estrellas respecto a los polos Norte y Sur celestes varían a lo largo del tiempo cumpliendo un ciclo de unos 25.000 años. En otras palabras, en la época de reinado del faraón de la IV dinastía Khufu, hacia el 2500 a.C., la estrella que hacía las funciones de polar no era Polaris sino la estrella alfa de Draco, Thuban. Esta estrella se situaba hacia el 2800 a.C en su posición más cercana al polo Norte celeste, pero por la precesión su declinación decreció regularmente al ritmo de 33’ de arco por siglo, pasando desde los casi 90º hasta los 88.5º hacia el año 2500 a.C. Este pequeño desplazamiento de su posición respecto al eje polar no habría permitido realizar una orientación precisa de los lados de la pirámide en el sentido N-S, a menos que durante la observación de Thuban se hubiese considerado como válida únicamente su posición en el momento de su culminación superior o inferior, lo cual no hubiera sido en absoluto sencillo para los primitivos instrumentos con los que contaban los egipcios. Pero, ¿conocían los antiguos egipcios el fenómeno de la precesión de los equinoccios?. No resulta sencillo contestar a esta pregunta, máxime si ningún documento egipcio se refiere a este fenómeno explícitamente. No obstante, aunque el descubrimiento de la precesión de los equinoccios se atribuye comúnmente a Hiparco (s. II a.C.), Proclus Diadochus afirma en elComentario de Timeo IV que los egipcios no sólo descubrieron el avance de las estrellas fijas sino también la precesión de los equinoccios, resultante de la precesión del eje del mundo. Esta misma opinión es seguida por Zaba.

Una tercera opción, podría consistir en la observación de la culminación (momento en el que una estrella alcanza el eje norte-sur) de una estrella circumpolar. Pogo, sugirió que los egipcios podrían haber observado la estrella Mizar antes del 1500 a.C. para la obtención de las alineaciones N-S.

Neugebauer propone un método simple de alineación empleando un gnomon y la proyección de su sombra por el Sol. Según este autor, los egipcios podían definir aproximadamente la orientación de la base de la pirámide. Un piramidión podía colocarse en el entro de esta base. La proyección de su sombra a lo largo del día definiría en su lado Norte un arco que sería marcado en el suelo. Cuando la distancia entre las esquinas SO - NO en dirección al arco fuese igual a las de las esquinas SE – NE hasta dicho arco, entonces la orientación N-S de los lados Este y Oeste de la pirámide sería correcta. 

La orientación y la gran precisión de sus lados respecto a los puntos cardinales demuestra, en todo caso, el empleo de una alineación astronómica, aunque no nos sea posible determinar con seguridad sobre que astro se realizaba ésta.

Las pirámides podían orientarse hacia el norte utilizando métodos astronómicos, pero también podían orientarse respecto a otros puntos topográficos importantes. En el caso de la pirámide de Khufu sabemos que, además de su orientación astronómica, también tiene una orientación topográfica intencional. Si trazamos sobre un mapa una línea perpendicular al lado Norte de la pirámide de Khufu apreciaremos como ésta se dirige exactamente a la antigua localidad de Khem (Letópolis), capital de un nomo del Bajo Egipto. La distancia entre Letópolis y la pirámide  de Khufu es de 15.75 km, es decir, 30.000 codos egipcios (un codo egipcio son 0.525 m) ó 100 estadios egipcios (un estadio egipcio son 157.5 m, siendo ésta la medida empleada por Eratosthenes cuando calculó la longitud de la circunferencia de la Tierra en el siglo III a.C.). Una perpendicular a esta línea hacia el Este, desde Letópolis, llega sorprendentemente hasta Iunu (Heliópolis), separada precisamente por otros 100 estadios egipcios. Para complicar aún más esta serie de orientaciones, la diagonal SO-NE de la base de la pirámide se dirige obviamente a Heliópolis, completando así un triángulo en el que la hipotenusa es la línea que une la pirámide con Heliópolis. Este hecho fue descubierto por Goyon. ¿Es esto una casualidad?, evidentemente no debería serlo. Heliópolis es el gran centro de la teología solar donde se adoraba a diversas formas de la divinidad solar como Atum o Ra. Era un centro de enorme prestigio e influencia y así lo siguió siendo durante toda la historia del Egipto faraónico. Hoy en día no queda el menor rastro de este lugar y sólo un obelisco de la XII dinastía indica el lugar donde en otro tiempo se alzó el gran templo heliopolitano. Letópolis no era un centro tan importante pero se decía que de allí venía el Horus que participaba en el ritual de la apertura de la boca del difunto faraón, detalle sobre el que volveremos cuando hablemos de los llamados “conductos de aireación” de la pirámide.

Es hora ya de abandonar las características exteriores de la gran pirámide e introducirnos en su interior . El acceso al interior de la pirámide de Khufu está, como es habitual, en la cara norte, pero a 15 metros de altura sobre el nivel del suelo de la base y desviada 7.29 metros al Este del eje central. No obstante, hemos de recordar que dicha entrada fue en su tiempo totalmente secreta pues un bloque de revestimiento se dispuso en ella camuflándola por completo. La cara Norte, como las otras, presentaba una superficie lisa y homogénea en donde no era posible observar ninguna entrada. Así mismo, la pronunciada pendiente impedía cualquier intento de escalada, mientras no se perforase su revestimiento. La tradición árabe medieval nos ha legado numerosos relatos que intentan explicar como se descubrió la entrada secreta de la gran pirámide. Según el historiador árabe Macudi, el califa abásida de Bagdad Abdullah al-Mamun , hijo del protagonista del famoso relato de Las mil y una noches , Harun al-Rashid,  quiso penetrar en la gran pirámide para hallar sus legendarios tesoros pero, al no hallar la entrada secreta excavó un túnel de diez metros de longitud hasta encontrar un recipiente de esmeraldas de 1000 dinares de oro. Otro historiador árabe llamado Kaisi escribió en el siglo XII que al-Mamun encontró en una sala cuadrangular una gran estatua de piedra verde con una tapa, en cuyo interior había un cadáver revestido con una cubierta de oro con incrustaciones de piedras y sobre su pecho una espada repleta de lujosos adornos. Lo cierto es que estos relatos están llenos de fantasía y es difícil reconstruír lo sucedido. No obstante, aquel que accediese al pasillo descendente de la pirámide, no lo hizo descubriendo la entrada secreta sino perforando un túnel que discurre unos metros por debajo de aquella, lo que podría indicar que, de algún modo, tenían una idea aproximada de su situación.

Tras la entrada secreta, se inicia un largo pasillo descendente de 105 m de longitud con 1.09 m de ancho y 1.20 m de altura. El pasillo tiene una inclinación de 26º31’23”, abriendose paso primero por el núcleo de la pirámide y, posterirmente, por la misma roca de la base. El pasillo descendente se torna horizontal en su tramo final, unos 9 metros, dando paso a la cámara subterránea, excavada a 30 metros bajo la meseta de Gizah.

18 metros de la entrada secreta, siguiendo el corredor o pasillo descendente, parte el corredor ascendente, el cual tiene el mismo ancho y altura que el anterior y una inclinación de 26º02’30”. Tiene una longitud de 37.76 metros y aún conserva en su inicio los tres bloques de granito de 5 tm cada uno que tenían la misión de sellar su entrada (la cual fue burlada mediante un túnel que sorteaba estos bloques). El corredor ascendente conduce a una especie de sala en cuya esquina NO se sitúa el llamado pozo de Greaves. Esta sala debía estar originalmente cubierta por un techo que la camuflara, pues el corredor ascendente continúa hacia arriba con la gran galería. Desde la “sala” que antecede la gran galería parte un corredor en dirección Sur. Mide 1.17 m de alto y 1.05 de ancho, con una longitud de 38.7 metros. Este corredor conduce a la llamada cámara de la reina, de poco más de cinco metros de lado y un techo a dos aguas que alcanza los 6.26 m de altura. En la pared Este existe un nicho que en origen pudo haber contenido una estatua de Khufu.

La gran galería, prolongación del corredor ascendente, mide 46.71 m de longitud, 8.7 m de altura con una bóveda por aproximación de hiladas, y 2.1 m de ancho. Dentro de la pirámide, este es un espacio impresionante. Tras la galería, ya en horizontal, hay un pequeño corredor de 1.11 m de alto por 1.23 m de largo y 1.05 m de ancho, desde el que se accede a la llamada cámara de los rastrillos, de 2.96 m de largo, donde en su tiempo tres grandes bloques de granito debían cerrar el paso a cualquier posible profanador. Sigue a esto un corto pasillo de 2.56 m y, finalmente, la cámara sepulcral, de 10.49 x 5.25 m y 5.85 m de altura, con un techo plano formado por nueve losas de granito de cerca de 45 tm cada una.

Tanto en la cámara de la reina como en la cámara sepulcral existen (en las paredes norte y sur) sendos canales de apenas 20 cm de lado de diferente inclinación. Se dice que estos canales debían apuntar a estrellas simbolicamente asociadas con el culto funerario. Esto no ha podido ser demostrado. Fuese así o no, lo cierto es que los canales pudieron haber servido como conductos de ventilación durante la construcción de la pirámide. .

El complejo funerario de Khufu no sólo consiste en una pirámide. A la pirámide se le une por su lado este un templo funerario, pirámides para las reinas, fosas para barcas, una rampa de 740 metrosde longitud que conduce a un templo del valle, etc. En el lado sur han sido descubiertas dos fosas que almacenan barcos desmontados. Son los barcos que simbolicamente debían ayudar al faraón a viajar por el más allá. Uno de ellos, de 43 metros de eslora, ha sido montado y se expone junto a la pirámide .

La construcción de la pirámide se hizo a base de bloques de piedra, extraidos de una cantera que se situa en su lado sur, aproximadamente donde se encuentra la esfinge. Sólo las piedras del revestimiento procedían de una cantera algo más alejada, y de aún más lejos, a casi mil kilómetros de distancia (de Asuán) procedían las losas de granito que se encuentran en el interior de la pirámide. Para llevar esos bloques y colocarlos en la pirámide se cree que utilizaron rampas envolventes. Unos 5000 obreros trabajaban directamente en la pirámide, distribuidos por equipos. El faraón les proveía de alimentos, vestido y herramientas. Las herramientas eran muy simples , de cobre y piedra (dolerita). En la construcción no fueron empleados exclavos sino egipcios a sueldo. Los bloques de piedra debieron arrastrarse por las rampas sobre una especie de trineos, de los que están documentados algunos gracias a representaciones halladas en tumbas  Durante la construcción de la Gran Pirámide de Khufu, toda la llanura de Gizah debía hallarse en obras, con las canteras, rampas, canales, puertos, poblados, etc. necesarios para la consecución final de la obra.


Pirámides de Khafra y Menkaura

Tras Khufu, en Gizah la siguiente pirámide sería la de Khafra, que intentaría rivalizar con la de su padre.  La pirámide de Khafra mide 215 metros de lado y 143 metros de altura, y el ángulo de sus caras es de 53º10’.

Podemos ver la técnica que seguían los egipcios para extraer los bloques de piedra desde las canteras anexas a la pirámide, pues en una de éstas han quedado una serie de bloques por extraer 

En el lado este de la pirámide aún quedan notables restos del templo funerario del faraón, que de manera usual siempre estará situado en ese lado de la pirámide desde la IV dinastía  Una rampa de 495 metros de longitud, unía el templo funerario con el templo del valle, al cual se accedía mediante un canal desde el Nilo. 

A pesar del paso del tiempo y de la rapiña a la que han sido sometidas las pirámides, que no sólo fueron dañadas por saqueadores de tesoros sino por quienes veían en ellas unas excelentes canteras, en la parte superior de la pirámide de Khafra aún se conserva buena parte del revestimiento original, que hacía que toda la pirámide tuviera caras completamente lisas.  Este revestimiento se hacía con una piedra caliza de calidad superior a la utilizada en el interior de la pirámide. La del interior es más oscura y porosa, y proviene de las canteras que hay junto a la pirámide en Gizah. La caliza del revestimiento, en cambio, procedía de la cantera de Turah, a unos 40 kilómetros, y es mucho más blanca y compacta.

Algunas pirámides aparte del revestimiento de caliza utilizaron el granito. Es el caso de la pirámide de Menkaura , cuyas hiladas inferiores son de este material. Por ello, cuando estuvo finalizada, la pirámide de Menkaura debía parecer bicolor, con una amplia franja rosada en su parte inferior, y el resto de caliza blanca.

Mastabas e hipogeos

Junto a las pirámides se desarrollaron amplios cementerios para familiares del rey y cortesanos. En el caso de la pirámide de Khufu es donde mejor se aprecia la disposición ordenada de estas mastabas . Las situadas en el cementerio de su lado este pertenecían a familiares, mientras que las situadas en el lado oeste pertenecían a cortesanos .

Las mastabas tenían diversas dependencias en su superestructura, como el serdab donde se guardaban imágenes del difunto, o salas de ofrendas . Estaban ricamente decoradas con pinturas y relieves que querían mostrar la vida del difunto en el más allá . En las mastabas era común la aparición de la “falsa puerta” , es decir, puertas simuladas que simbolizaban la posibilidad que tenía el “alma” del difunto para salir y entrar de la tumba a través de ellas.

En el Imperio Antiguo, el único faraón que se construyó una mastaba en vez de una pirámide fue Shepseskaf, de la IV dinasía.  La suya, sin embargo, es enorme, pues mide  100 x 74 metros, erigida en la necrópolis de Saqqara sur.

La forma típica de las tumbas provinciales del final del Imperio Antiguo es la capilla tallada en la roca, como las de la necrópolis de el-Khokha. El más temprano ejemplo es el de la tumba TT 413, de Ankhwenis, que vivió entre finales de la dinastía V y principios de la VI. Las capillas tienen una forma rectangular simple con corredores subterráneos que llevan a una o varias cámaras funerarias.

Final del Imperio Antiguo


La época de máximo apogeo de las pirámides fue sin duda la IV dinastía. Entonces se construyeron las más grandes y perfectas. Sin embargo, a partir de la V dinastía la construcción de las pirámides se hará en peores condiciones. Ahora no sólo serán más pequeñas sino que, además, se construirán con mayor rapidez y mucha peor calidad.

De hecho, muchas de las pirámides de las dinastías V y VI hoy en día no son más que montones de piedras. Generalmente, esto se debe a que los egipcios se contentaron con rellenar de cascotes de piedra el interior de las pirámides, dándole forma sólo gracias al revestimiento. Por ello, cuando este revestimiento se desprendió por causas naturales o por saqueos, afloró el núcleo irregular de cascotes. 

Sin embargo, lo más importante es que desde finales de la V dinastía, con el faraón Unas , encontramos por primera vez textos religiosos en el interior de las pirámides  . Aparecen los llamados Textos de las Pirámides, la composición religiosa, escrita, más antigua del mundo. Son fórmulas dirigidas al faraón, para que pueda viajar y vivir en el más allá. Por otro lado, si bien es cierto que las pirámides disminuyen su tamaño y calidad respecto a las de la IV dinastía, por el contrario, el resto de instalaciones del complejo funerario, como el templo funerario, se hacen más importantes y adquieren mayor protagonismo. 

Imperio Medio

Durante el Imperio Medio los monarcas egipcios seguirán construyendo pirámides. Para esta época, sin embargo, el cambio más destacado en la arquitectura funeraria será el empleo de ladrillos. A base de ladrillos se realizaba el núcleo de la pirámide, y la piedra ya sólo se utilizaba para el revestimiento de las cámaras interiores y corredores y para el revestimiento exterior de la pirámide. Por ello, perdido el revestimiento exterior, estas pirámides se han erosionado de modo que tienen aspecto de montículos de tierra. 

Un diseño novedoso, sin embargo, será el ofrecido por el faraón Mentuhetep II en Deir el-Bahari.  . Como si de una pirámide se tratase, su tumba está rodeada en los acantilados por los hipogeos de personas importantes de su época. Su estructura exterior recuerda lo que siglos después será el templo de Hatshepsut, perfectamente integrado en la topografía de Deir el-Bahari. .

En el ámbito de la tumba privada, las necrópolis con tumbas más elaboradas proceden del Egipto medio y del extremo sur del Alto Egipto. Así, los gobernadores del nomo (provincia) de Elefantina, que se habían enriquecido controlando el comercio con el sur, fueron enterrados en los riscos del borde del desierto, en Qubett el-Hawa  . Sus tumbas están labradas en la roca y todas disponen de un patio exterior con escalinatas empinadas que bajan hasta el río Nilo. 

En el Egipto medio las mejores tumbas son las que se encuentran en la necrópolis de Beni Hasán. Un bonito ejemplo es la tumba de Amenemhat, de la dinastía XII. La tumba posee un antepatio con dos columnas, un pórtico hipóstilo excavado en la roca , y al fondo de éste una pequeña cámara con el nicho para la estatua del difunto, de su mujer y su madre. En la sala hipóstila hay cuatro columnas de 16 aristas. Dos robustos arquitrabes las unen dos a dos y articulan el espacio en tres naves con bóvedas de cañón.

En el-Khokha, una de las necrópolis de la antigua Tebas, encontramos los primeros ejemplos de un tipo de tumba que se conoce como “tumba saff”, por que en árabe saff significa “lleno de agujeros”, detalle que describe el aspecto de este tipo de tumbas  .  Se caracterizan por tener una fachada consistente en series de pilares con un vestíbulo transversal detrás, por lo que desde el exterior da la impresión de que haya una sucesión de agujeros o huecos. Un buen ejemplo es la tumba de Inyotef  en la necrópolis de el-Asasif, junto a el-Khokha. La tumba tiene un amplio patio a cielo descubierto delante y en la fachada la sucesión de pilares que definen esta tumba como de tipo saff. Al fondo hay corredores excavados en la roca, desde los que se accede a las cámaras sepulcrales. Este tipo de tumba seguiría desarrollándose durante las dinastías XVII y XVIII.

A finales del reinado de Mentuhetep XII, hacia 2000 a.C., en Tebas muchas tumbas eliminaron la fachada de pilares y el vestíbulo, reduciéndose su planta a la forma más básica, como la tumba de Inyotef-iqer (TT 60) 

Imperio Nuevo

Después del Imperio Medio Egipto entró en crisis y además fue ocupado por los hicsos, extranjeros procedentes de la zona palestina. Durante la dinastía XIII y XIV aún se construyeron pequeñas pirámides, de muy mala calidad. En Tebas, igualmente, encontramos que los monarcas de la dinastía XVII siguen construyendo pirámides, de muy pequeñas dimensiones, en la necrópolis de Dra Abu el-Naga.

Sin embargo, la nueva época de espledor egipcio, el Imperio Nuevo, servirá también para terminar con la época de las pirámides. A parir de ahora, las tumbas de los reyes serán hipogeos excavados en la roca. Esto es lo que nos encontramos en el Valle de los Reyes, la necrópolis real de las dinastías XVIII, XIX y XX, las tres dinastías que forman el Imperio Nuevo.

Para comprender mejor la evolución de las tumbas hipogeicas (excavadas en la roca) de los reyes de esta época podemos citar algunos ejemplos. Al principio, durante la dinastía XVIII, las tumbas se excavaron en los acantilados del valle de los Reyes, en lugares ocultos y de difícil acceso, siendo sus entradas pequeñas. Sin embargo, con el paso del tiempo se observa como la posición de la tumba baja a la pendiente del acantilado, haciendose su entrada más evidente, hasta que ya durante la dinastía XIX y XX las tumbas se hacen en la parte del cauce, fácilmente accesibles y con entradas evidentes y monumentales . A su vez, el plano de la tumba sufre una evolución. También debe destacarse el hecho de que desde el momento en que los faraones eligen el Valle de los Reyes como lugar de enterramiento, deciden separar en el espacio el templo funerario de la tumba. Los templos funerarios, que durante la época de las pirámides se habían adosado siempre al lado este de la pirámide, es decir, de la tumba, ahora se van a construir separados de la tumba y de manera independiente (aunque simbólicamente estén unidos). Por ello, mientras que las tumbas las hallaremos en el valle, los templos funerarios serán construidos en las estribaciones de la zona verde y cultivable del Nilo. 

Las primeras tumbas, como la de Tutmosis III , presentan el siguiente esquema: sucesión de corredores, cámara del pozo, primera sala de pilares, y cámara sepulcral con cámaras anexas. Se distinguen, además, por ser acodadas en su planta, es decir, que el eje de la tumba se dobla en 90º desde la primera sala de pilares. La cámara sepulcral de Tutmosis III tiene forma ovalada, tal vez simbolizando el cartucho ovalado en el que se inscribía el nombre de los faraones. Además, las paredes se decoraron con un texto religioso llamado Libro del Imiduat, y el techo se pintó estrellado. La longitud aproximada de esta tumba es de 55 metros (la de Hatshepsut había sido de 200 metros), con corredores de 2,05 a 2,16 metros de ancho y 1,96 metros de altura.

Con Tutmosis IV, la tumba adquiere un tercer eje. Desde la primera sala con pilares, como con Tutmosis III, la tumba gira 90º hasta la antecámara, y desde aquí vuelve a girar otros 90º dirigiéndose a la cámara sepulcral. Además, el sarcófago queda instalado en un nivel de la cámara sepulcral más inferior al que se accede por escalones.  Ya se ve que la tumba va adquiriendo en su interior mayores proporciones. La anchura de los corredores es de 1,98 metros y la altura de 2,10 a 2,20 metros. Además, la tumba de Tutmosis IV tenía una longitud de 90 metros.

La conocida como “revolución de el-Amarna”, llevada a cabo por el faraón Amenhetep IV – Akenatón, provocó que en el Valle de los Reyes, el faraón Ay, anciano que había servido durante los reinados de Akenatón y Tutankhamón, hubiera adoptado las ideas del culto solar de Atón y las hubiera reflejado en el diseño de su tumba. La tumba de Ay tiene un solo eje  y consiste en una sucesión de corredores escalonados o en rampa, una cámara del pozo (sin hoyo), la cámara sepulcral y una última cámara para los vasos canopos (recipientes en los que se ponían las vísceras del difunto). A pesar de que, probablemente, se trata de una tumba incabada, la de Ay tiene 114 metros de longitud, con corredores de 2,60 a 2,64 metros de ancho y 2,47 metros de alto.

Este diseño fue abandonado por Horemheb, último faraón de la dinastía XVIII, aunque eligió uno similar, consistente en un doble eje paralelo. La tumba básicamente sigue teniendo, aunque más desarrollada, el mismo esquema: corredores descendentes, sala del pozo, primera sala de pilares, más corredores descendentes en rampa y escalera, antecámara, cámara sepulcral con cripta y salas laterales.  La tumba de Horemheb presenta una anchura de corredores prácticamente idéntica a la de su antecesor, Ay, de 2,64 metros. Sin embargo, la altura es superior, de 2,59 / 2,64 metros. La tumba tiene unalongitud de 114 metros. El proceso de crecimiento del hipogeo continuaba.

Seti I siguió con el mismo tipo de tumba ideado por Horemheb, pero Ramsés II eligió el antiguo modelo de tumba acodada, con un giro de 90º a partir de la antecámara. El siguiente cambio en la tipología de las tumbas se producirá con el faraón Merenptah, hijo de Ramsés II.  El cambio fundamental es que ahora la tumba tendrá un único eje y la cámara sepulcral tendrá techo abovedado (ya iniciado desde Seti I).   La tumba de Merenptah, de 115 metros de longitud, posee corredores de 2,60 metros de anchura, algo más estrechos que los empleados por los cinco faraones anteriores a él. Sin embargo, la altura de estos es ya de 3,10 / 3,27 metros.

La carácterística de las siguientes tumbas, aparte de su crecimiento interno en lo que a las proporciones se refiere, es que cada vez tendrán también menos pendiente, de modo que las rampas con escaleras prácticamente desaparecerán. De igual modo, a partir de Merenptah la sala del pozo, aunque seguirá conservando este nombre, dejará de tener pozo.

Como ejemplo de tumba de la dinastía XX, podemos citar la de Ramsés VI  Tiene 104 metros de longitud, con corredores de 3,15 / 3,19 metros de ancho y hasta 4,05 metros de altura. En realidad, desde Ramsés IV , todas las tumbas ramésidas tendrán ya corredores de más de cuatro metros de altura y tres de anchura.

Durante el Imperio Nuevo, no sólo evolucionaron las tumbas hipogéicas haciéndose cada vez más grandes. En lo que se refiere a la decoración también se observan cambios fundamentales. Al comienzo de la dinastía XVIII la decoración de las tumbas es escasa, ciñéndose sólo a las cámaras sepulcrales y a un compendio religiosos llamada Libro del Imiduat. Sin embargo, con el tiempo, todas las paredes y techos de las tumbas se irán decorando y llenando con textos religiosos muy variados. 

La última tumba real en ser excavada en el Valle de los Reyes fue la de Ramsés XI . La tumba quedó inconclusa y el faraón prefirió abandonarla y elegir un nuevo emplazamiento para ser enterrado, probablemente en la capital del delta, Piramsés. Con esta tumba, pues, termina una fase importante de la arquitectura funerario egipcia. El Valle de los Reyes, que durante cinco siglos había servido como necrópolis real, quedó lleno de tumbas excavadas en la roca, por lo que durante su historia en alguna ocasión los trabajadores se encontraron con la sorpresa de tropezar con tumbas más antiguas durante la excavación de nuevas .

Tumbas privadas


Como hemos dicho, los últimos reyes egipcios que utilizaron la tumba con forma de pirámide fueron los de la dinastía XVII en la necrópolis de Dra Abu el-Naga. Después de ellos, los reyes del Imperio Nuevo emplearon hipogeos y no será hasta casi 1000 años después que se volverán a construir pirámides para los reyes (bajo la dinastía XXV). Sin embargo, a principios de la dinastía XVIII se aprovechará este hecho para introducir la pirámide dentro del mundo funerario más popular o no real.

Buenos ejemplos los hallamos en Deir el-Medine, el poblado de los trabajadores y artesanos que se dedicaban a la construcción de las tumbas de los reyes. Tomemos el ejemplo de la tumba de Senedjem (TT 1), de la dinastía XIX. Si observamos el perfil de la tumba  veremos qué elementos forman las partes esenciales de la misma: un pilono de acceso a un patio a cielo descubierto excavado en la roca, una pirámide de unos 3 metros de lado y unos 6 de altura con una capilla para el culto del difunto en su interior , y un pozo en el mismo patio que es el que da acceso al ámbito subterráneo, donde se encuentra la cámara sepulcral. Este esquema  se repite en la mayoría de las tumbas de Deir el-Medine. En el interior, destaca la viveza del colorido de las pinturas, con temas procedentes en buena parte del Libro de los Muertos 

Muchas de las tumbas de los nobles o sumos sacerdotes confian también en la forma pirámidal en las necrópolis de Tebas . En Menfis, por otro lado, encontramos en Saqqara algunas tumbas que siguen un modelo distinto. Son tumbas de altos mandatarios que reflejan su posición social con tumbas muy ricas y bien decoradas. La tumba de Horemheb , por ejemplo, consiste en un pilono de entrada, un patio porticado al que siguen tres cámaras paralelas, un segundo patio porticado y, finalmente capillas de culto. En el segundo patio porticado es donde está el pozo que da acceso al ámbito subterráneo de la tumba.

Tercer Período Intermedio (din. XXI-XXV)

Los reyes de la dinastía XXI eligieron para su enterramiento un nuevo espacio y un nuevo tipo de tumba. Estos reyes se enterraron en pequeñas necrópolis situadas en el recinto sagrado de los templos. Sus tumbas son pequeñas y con el tiempo se transformaron en pequeños panteones familiares.

Las tumbas reales de Tanis  fueron construidas con bloques de caliza, principalmente, y granito, muchos de ellos reutilizados de otras construcciones más antiguas. En total, son siete las tumbas que componen la necrópolis de los reyes de las dinastías XXI y XXII en Tanis . En la NRT I se enterró Osorkón II, y también a Takelot I, reyes de la dinastía XXII. En la NRT III, se enterró Psusennes, pero también Amenemopet, Siamón, Psusennes II y Sheshonq II. Las tumbas se habían convertido en panteones.

La tumba de Psusennes  , está construida con bloques de piedra caliza, excepto la doble cámara sepulcral y sus bloques de cierre, que fueron hechos de granito, seguiendo una antiquísima costumbre egipcia que se ve con regularidad desde la III dinastía. En la cámara 1 de esta tumba fue enterrado el rey Psusennes I, tercer rey de la dinastía XXI. Para su esposa, Mutnedjemet se preparó la cámara 2, pero ésta fue ocupada finalmente por Amenemopet, sucesor de Psusennes I. Estas cámaras se descubrieron intactas. En la antecámara, fue enterrado Sheshonq II, rey de la dinastía XXII y nieto por parte de madre del último monarca de la dinastía XXI. Junto a él se hallaron restos de otros dos cuerpo, que posiblemente sean los de Siamón y Psusennes II, reyes de la dinastía XXI. Podemos ver como, de este modo, esta tumba se había convertido en un panteón de buena parte de los reyes de la dinastía XXI.

Como las demás tumbas de Tanis, la de Psusennes ha perdido su superestructura, es decir, la parte visible desde el exterior. Sin embargo, podemos suponer que podían haber construcciones a modo de capillas , similares a las de las divinas adoratrices de Amón (sacerdotisas principales del culto de Amón) en Medinet Habu (Tebas), de las dinastías XXV y XXVI.

En Tebas, en Medinet Habu contamos con otro ejemplo de tumba construida en el recinto del templo. Se trata de la tumba de Harsiese, un rey sacerdote de la dinastía XXII. La superestructura también se ha perdido, pero la parte subterránea se consevaba en el momento de la excavación. Consiste en un corredor con escalera que conduce a una cámara en la que se introdujo el gran sarcófago. 

Durante el Tercer Período Intermedio apenas se construyeron tumbas nuevas. Esta época se caracteriza por la reutilización de tumbas más antiguas , en las que se podían llegar a introducir decenas de ataúdes. La tumba más famosa de las halladas en Tebas es, para esta época, el escondite real de Deir el-Bahari, la tumba DB 320  , pues en ella se encontraron en 1881 más de medio centenar de ataúdes y momias pertenecientes a reyes de las dinastías XVII, XVIII, XIX y XX, así como sumos sacerdotes de Amón y sacerdotisas de la dinastía XXI. Probablemente la tumba sea original de la dinastía XVIII, pero pudo ser ampliada por Painejem II, un sumo sacerdote de la dinastía XXI, para reutilizarla como panteón familiar y escondite para las momias de los grandes reyes del Imperio Nuevo.

Durante la dinastía XXI, aparte de los trabajos que pudieran haberse realizado en DB 320, podemos citar una gran tumba excavada, la de Bab el-Gassus , muy cerca de la anterior. En Bab el-Gasus, se hallaron más de 150 ataúdes y momias pertenecientes a sacerdotes y sacerdotisas de las dinastía XXI . Es evidente, pues, que la agrupación de enterramientos en una sóla tumba es una de las características principales de esta época.

Dinastía XXV (los kuhitas)

La llegada al poder de la dinastía de los kushitas o nubios supuso un cambio en el modelo de enterramiento que se había llevado en Egipto, en el ámbito real, durante los últimos siglos. Los reyes de la dinastía XXV volverán al arcaismo de la época de las pirámides, no sólo en el plano teológico sino también en el arquitectónico. Los reyes nubios debían demostrar de algún modo que ellos eran egipcios y que el dios Amón, dios principal de los egipcios de aquella época, también era su dios desde tiempos inmemoriales y que les había elegido a ellos para organizar Egipto y devolverle sus glorias pasadas. Así es como, casi mil años después de que un rey egipcio se construyera por última vez una pirámide, y casi dos mil años después de que Djeser (Zoser) mandase al arquitecto Imhetep erigir la primera pirámide (escalonada) de Egipto, ahora, los reyes de la dinastía XXV volverán a construir pirámides.

La necrópolis de el-Kurru (en el actual Sudán) fue elegida por la mayor parte de los reyes de la dinastía XXV para construir sus pirámides.  Actualmente estas pirámides han sido arrasadas casi por completo, de modo que únicamente se puede ver su ámbito subterráneo. Y de éstas, la mejor conservada es la de Tanutamón, último rey de la dinastía XXV. La tumba consiste  en un corredor descendente excavado en la roca, una antecámara y una cámara sepulcral abovedada. Sobre ésta, en la superficie, se situaba la pirámide y una pequeña capilla para el culto funerario. En la tumba de Tanutamón aún pueden observarse parte de las pinturas y textos que la decoraban . Junto a algunos capítulos del Libro de los Muertos el rey kushita empleó también pasajes de losTextos de las Pirámides, inscripciones que habían sido empleadas muchísimos siglos antes, por los reyes del Imperio Antiguo. Aquí quedaría reflejado también ese arcaismo típico del período kushita que se refleja en la arquitectura, el arte y la cultura.

La otra gran necrópolis de la dinastía XXV es la de Nuri , también en Sudán. Aquí fue enterrado el penúltimo rey de la dinastía nubia, Taharqa. Su pirámide fue la más grande de esta época, con una altura aproximada de  metros. En origen medía 52 metros de lado por unos 62 metros de altura. Acturalmente, sin embargo, está colapsada y no es más que un montón de piedras que no alcanza los veinte metros de altura. 

La expulsión de los reyes kushitas de Egipto no significará que en Kush se acabe con las costumbres egipcias que en Kush habían llegado a su máximo apogeo durante el reinado de los reyes de la dinastía XXV. Tras Tanutamón, la dinastía siguió reinando en Kush, así que los siguientes reyes seguirán utilizando las necrópolis de el-Kurru y Nuri para enterrarse. Sin embargo, cuando la capital kushita se traslade de Napata a Meroe (mucho más al sur) a finales del siglo IV a.C., no tardará mucho en crearse un nuevo cementerio cercano a la nueva capital. El cementerio de Meroe  , en uso desde 270 a.C. a 320 d.C., constituye un asombroso ejemplo de cómo las costumbres funerarias egipcias pudieron continuar existiendo fuera de Egipto, mantenidas por reyes de Meroe cuando ya no existían faraones en Egipto. Las tumbas siguieron el modelo de la dinastía XXV: capilla pegada al lado oriental de la pirámide en el ámbito exterior , y corredor descendente, antecámara y cámara sepulcral en el ámbito subteráneo.

Dinastía saita (dinastía XXVI)

Las tumbas de los reyes de la dinastía XXVI se construyeron en el templo de la diosa Neith, en Sais. Herodoto, que visitó Egipto a mediados del siglo V a.C. nos ha legado una descripción de las mismas:

“(Apries) fue enterrado en el mausoleo de sus antepasados. Esas tumbas se encuentran en el santuario de Athena, muy cerca del templo, según se entra, a mano izquierda. En Sais, todos los reyes que pertenecen a la dinastía de Sais, fueron enterrados dentro del santuario. También la tumba de Amasis se encuentra en el interior del patio de ese santuario, si bien más alejada del templo que la de Apries y sus antepasados. Es un gran pabellón pétreo con columnas palmiformes y dotado de otros adornos. Ese pabellón se cierra por dos portales, y en él está colocado el sarcófago”

También, Estrabón en el siglo I a.C. nos relata:

“Avanzando tras el muro de los milesios por la boca sebenítica uno se encuentra con dos lagos, uno de ellos el lago bútico, cuyo nombre deriva de la ciudad de Buto; la ciudad de Sebennytos, y Sais, metrópoli del país inferior donde Athena es honrada; la tumba de Psamético se encuentra en el templo de esta diosa”

Tumbas privadas

Hay diversos tipos de tumbas. Dentro de la arquitectura funeraria de esta época, podemos citar las grandes tumbas de pozo. Consisten en un enorme pozo de gran profundidad en el fondo del cual se deposita un pesado sargófago de piedra para el difunto .

En Tebas podemos destacar dos tipos de tumbas, las de las divinas adoratrices del dios Amón, construidas en Medinet Habu, y la de los nobles en el-Asasif.

Como ejemplo de tumba de divina adoratriz, entre las que hay varias en Medinet Habu  , podemos tomar la de Amenirdis. Consiste en un pilono que da acceso a un patio porticado en el centro del cual habrían una mesa de ofrendas. A continuación, se pasaría a un ámbito cubierto con un deambulatorio alrededor de una capilla con bóveda de medio cañón. Bajo esta capilla, se encontraría el sarcófago de la dama.

En esta época las tumbas más grandes de Egipto son las que se construyeron algunos nobles de finales de la dinastía XXV y XXVI en la necrópolis de el-Asasif, junto a Deir el-Bahari, en Tebas oeste. Y de éstas, la de mayor tamaño es la de Montuemhat.

La tumba de Montuemhat (TT 34) presenta una superestructura de grandes dimensiones. Un pilono  da acceso al interior del recinto amurallado, al final del cual una estructura cuadrangular podía haber contenido una colina artificial, que simbólicamente recordaría la colina primordial que surgió con el inicio del mundo. Este se orienta al este. Para acceder al ámbito subterráneo, se accedía por otro pilono situado en el norte.  A través de éste se descendía por una rampa, que llevaba a un nivel bajo el suelo donde habían dos patios profundos a cielo descubierto  . Desde el segundo de estos comenzaba una serie de corredores, cámaras, etc.  que descendían en numerosos niveles hasta llevar a la cámara sepulcral.

Época Tardía (din. XXVII-XXX)

De las tumbas de los reyes de la Época Tardía bien poco es lo que ha sobrevivido hasta nuestros días. La única excepción es la tumba de Neferites en Mendes , que no hace sino confirmar que la costumbre funeraria iniciada desde la dinastía XXI en Tanis de enterrar a sus reyes en necrópolis situadas en el temenos del templo principal de la ciudad, debió continuar durante los siglos posteriores. 

En lo que a las tumbas privadas se refiere, se pueden citar varios ejemplos interesantes. Uno es el de la tumba de pozo de Iuefaa, en Abusir. Sigue el modelo de las tumbas de pozo de la dinastía XXVI, con un gran pozo   al fondo del cual se ha depositado un sarcófago pesado de grandes dimensiones . Para poder bajar el sarcófago al fondo del pozo los egipcios rellenaban de arena el pozo, colocaban el sarcófago sobre la arena, en el centro, y después procedían a evacuar la arena del pozo desde dos pequeños pozos laterales. De este modo, según iban retirando la arena, el nivel de arena en el gran pozo descendía y con él el sarcófago. Dentro del sarcófago de mayor tamaño se incluía otro con forma antropomórfica, y dentro de éste otro de madera. Cubriendo el primer sarcófago se preparaba una cámara abovedada para, después, volver a cubrirlo todo con arena, como protección contra posibles saqueadores.

Época Ptolemaica

Alejandro Magno fue enterrado en Alejandría por Ptolomeo I, uno de sus generales que más tarde se auparía en Egipto como faraón. Desgraciadamente, tanto la tumba de Alejandro como la de sus sucesores en Egipto, la dinastía de los ptolomeos, ha desaparecido. No sabemos cómo pudieron ser esas tumbas, aunque es muy posible que siguieran el estilo macedónico, es decir, tumba bajo túmulo.

En la esfera privada, en Egipto seguirán erigiéndose, excepto pirámides y mastabas, tumbas similares a las que hemos descrito en períodos anteriores. Ahora, además, comenzaran a hacer aparición las catacumbas, que serán más abundantes en época romana.